domingo, 25 de diciembre de 2011

Capítulo 15

                                                      15
                                  EL EJÉRCITO ROBOT


El muro rodeaba la Primera Ciudad como una barrera impenetrable, negra y opaca, que parecía continuar infinitamente hacia el cielo hasta perderse de vista.
Interminables hileras de ladrillos se apilaban encajando a la perfección, sin presentar una sola abertura ni las más mínima grieta.
Ulrich y X.A.N.A. ya lo habían recorrido dos veces palmo a palmo, siguiendo el perímetro de la ciudad. No había nada que hacer: el muro tenía una sola puerta, y sus enormes batientes parecía sellados a cal y canto. Ni tan siquiera el toque de X.A.N.A. tenía efecto alguno sobre ellos.
-Parece que no hay forma humana de atravesar esta muralla -declaró Ulrich, triunfante, cuando volvieron a encontrarse ante aquella puerta impenetrable por segunda vez.
A continuación se sentó en la acera, delante de una tienda vacía. Habían pasado ya muchas horas desde que se había virtualizado en la Primera Ciudad, y ahora tenía hambre y sueño.
X.A.N.A. golpeó el muro con toda la fuerza que poseía. Al tocar los ladrillos negros, sus puños de vieron rodeados por sendos estallidos de chispas azules como fuegos artificiales miniaturizados.
-¡No puede ser! -gritó la inteligencia artificial-. Por aquí se podía pasar. Justo por aquí. ¡Esta puerta se abría con una simple orden mía!
Ulrich no pudo evitar esbozar una débil sonrisa.
-Ya te lo había dicho, ¿no? Nos encontramos en un entorno cerrado. Lyoko está al otro lado... y tú no puedes llegar hasta él.
X.A.N.A. se giró hacia él. Estiró las manos como si estuviese empuñando el aire, y una enorme cimitarra curva con la hoja del color de la sangre fresca apareció de la nada. Ulrich dio un respingo y se puso en pie, adoptando una postura de defensa.
-No juegues conmigo, humano. Puede que aún no haya recuperado todas mis fuerzas, pero sigo siendo el guardián de la Primera Ciudad.
Ulrich asintió lentamente con la cabeza, y la cimitarra de X.A.N.A. desapareció de forma tan fulminante como había aparecido, transformándose en una bocanada de humo rojizo  que se disipó elevándose en el aire.
-¿Y ahora qué hacemos? -le preguntó Ulrich sin despegar todavía sus ojos de los de su enemigo.
X.A.N.A. esbozó una mueca burlona.
-Estás olvidando que en este momento una parte de mí se encuentra en el Mirror con Aelita. El diario de Hopper es una reproducción perfecta de algunos días de 1994. Tan perfecta que incluyó en ella hasta la fábrica del río. Y los escáneres. Y el superordenador...
-¿Me estás diciendo que hay una copia de Lyoko dentro del Mirror? -exclamó Ulrich, abriendo los ojos de par en par.
-A todas luces, el Lyoko de 1994 y el auténtico, el del presente, no están comunicados. Pero eso no quiere decir que no vaya a conseguir abrir un pasaje.
X.A.N.A. se encogió de hombros, impaciente, y luego se puso un dedo sobre los labios para ordenarle a Ulrich que se estuviese callado.
-¿No oyes nada?
El muchacho volvió a acercarse a la gigantesca puerta.



El vuelo a lo largo del pozo-precipicio se fue haciendo más rápido, hasta que las paredes parecieron derretirse, fundiéndose en un insoportable borrón de color azul celeste y marino. Jeremy apretó los dientes mientras la misteriosa fuerza del Código Aelita lo impulsaba hacia lo alto a una descabellada velocidad.
Después, sin previo aviso, aquel odioso borrón desapareció. El muchacho salió despedido por la boca  del pozo, directo hacia el cielo incoloro como el tapón de una botella de vino espumoso, y de golpe el aire volvió a estar calmo e inmóvil. Jeremy se sintió atraído de nuevo hacia abajo y trató de recuperar el equilibrio, pero no lo logró, y cayó de bruces. Volvió a ponerse de pe mientras se masajeaba la nariz.
Un larguísimo puente plateado se extendía ante él, flotando sobre el vacío. Jeremy tenía a sus espaldas el pozo del que acaba de salir, un cilindro azul oscuro cuyo final escapaba al alcance de la vista, que descendía hacia la nada y sostenía uno de los arcos del puente. El otro arco terminaba en el horizonte, donde se vislumbraba vagamente el muro negro y altísimo de la Primera Ciudad.
El puente era plano, y tenía unas barandillas bastante bajas a los laterales. Jeremy se apoyó en la que le quedaba más cerca y respiró hondo. Su mirada se precipitó al abismo que había bajo él, y empezó a temblarle todo el cuerpo. Aquel lugar desafiaba leyes de la física. Solo podía existir dentro de un mundo virtual como Lyoko.
<<No les hagas caso a tus ojos -se dijo el muchacho-. Lo que ves no es más que un programa de ordenador. El precipicio infinito que hay bajo tus pies no es verdad, y el cielo... ¡el cielo no puede ser así>>.
Se forzó a dar un paso, y estuvo a punto de tropezarse con las puntas retorcidas de sus odiosas babuchas de elfo. Tomó aliento y miró de frente. Dio otro paso más. Estaba funcionando.
Jeremy empezó a recorrer el puente.
Se detuvo cuando ya había recorrido más o meno tres cuartas partes del camino. El pozo sin fondo que conducía al núcleo de Lyoko quedaba ya muy lejos, y frente a él había ido creciendo cada vez más, abrumándolo con su gigantesca masa a medida que se iba acercando, el muro de la Primera Ciudad, tan negro que absorbía toda la luz, y tan alto que se perdía de vista en el cielo.
-¿Qué ha pasado? -le llegó la voz de Memory, transmitiendo en riguroso directo desde su propia oreja.
-Mira -le dijo mientras enfocaba su mirada hacia un extraño objeto que había enganchado a la barandilla.
Era una pequeña jaula de cristal transparente, una de cuyas mitades sobresalía más allá del puente, sobre el abismo. Estaba sujeta a la barandilla mediante un perno que constituía el eje sobre el que podía girar, y contenía tres llaves de estilo antiguo.
Jeremy las observó con atención. La primera era oscura, y terminaba en un juego de dientes que componían la silueta de una pistola. La segunda era morada, y su cabeza tenía la forma de una nota musical. La tercera, por su parte, era de oro macizo, y estaba cuajada de piedras preciosas.
-Tres llaves -comentó Memory.
-Una adivinanza -le confirmó Jeremy.
El muchacho se percató de que el suelo de la jaula de cristal podía deslizarse hacia un lado, desenjaulando así las llaves. Dependiendo de su rotación, solo una de las tres caería sobre el puente, mientras que las demás se precipitarían al otro lado de la barandilla, perdiéndose para siempre.
-Es una prueba -afirmó-. Tenemos que escoger la llave adecuada, o no podremos abrir la puerta de entrada de la Primera Ciudad.
Por un momento se preguntó si no podría equivocarse aposta. Resolver aquella adivinanza significaría permitirle a Green Phoenix entrar en la Primera Ciudad, y a X.A.N.A., volver a Lyoko. Pero en caso de que él fracasase, Hannibal Mago mandaría en su lugar a cualquier otro al mundo virtual. Tal vez a uno de sus amigos. Jeremy estaba convencido de que, ante una nueva persona, las llaves volverían a su lugar original, como en un videojuego al empezar una nueva partida. Así que él tenía que ganar aquella partida. Costase lo que costase.
-¡Date prisa! -le exigió la brusca voz de Mago, clavándosele en el tímpano-. ¡Coge la llave!
-Sí, pero... ¿cuál? -preguntó él, indeciso.
-Pues la de la pistola, está claro. La Primera Ciudad es un arma, así que la llave no puede ser más que ésa.
-¿Y por qué no el oro? -lo desafió Jeremy-. La ciudad les proporcionará grandes riquezas, ¿no es cierto?
El muchacho se movió con rapidez. Giró la jaula de cristal de forma que le acercase la llave correcta, y luego tiró del fondo, deslizándolo hacia él. El objeto que había elegido cayó a sus pies, mientras que los otros dos se precipitaron hacia la nada, y él se asomó para ver cómo desaparecían en la ventana.
-¿Qué es lo que has hecho, estúpido mocoso? -era de nuevo Mago, gritando como un poseso-. ¡Me las vas a pagar!
Jeremy se agachó a recoger la llave que había quedado, la morada que tenia la cabeza en forma de nota musical.
-No se preocupe. Ésta abrirá la puerta.
Resultaba obvio. Era otra de las maneras de Hopper para asegurarse de que solo Aelita pudiese resolver la adivinanza. A la muchacha siempre le había encantado la música. En el vídeo que el profesor había dejado en La Ermita, Jeremy la recordaba sentada al piano, siendo todavía una niñita, mientras jugaba con las teclas blancas y negras. Y ya de mayor, una vez en el Kadic, había demostrado ser una excelente pinchadiscos. Las notas musicales: un invento bueno y limpio para neutralizar la Primera Ciudad.
Jeremy se metió la llave entre el cinturón y la casaca, cerca de su estilete, y luego empezó a correr hacia el muro. Había llegado el momento de acabar con aquel asunto.


Ulrich pegó la oreja a la pared, ignorando descargas electroestáticas que le envolvían la cabeza. Causaban algo de miedo, pero ningún daño. Ni siquiera unas leves cosquillas.
-Es verdad -admitió después-, se oyen ruidos. Algo así como pasos...
-... de alguien llegando desde el otro lado -terminó por él X.A.N.A., que acto seguido apoyó ambas manos contra las hojas del inmenso portón cerrado y empujó con todas sus fuerzas, pese a lo cual la puerta no se desplazó ni un solo milímetro-. Nada. No consigo abrirla, y tampoco  entender quién puede estar al otro lado.
Ulrich pensó que aquella era una pregunta realmente buena. ¿Quién podría ser?
Tal vez Aelita, que había encontrado un acceso desde el Mirror. O a lo peor era alguien de Green Phoenix, un terrorista. O puede que fuese hasta Hannibal Mago en persona.
-X.A.N.A. -dijo-, ¿se te ha ocurrido pensar que, sea quien sea, podría ser un enemigo? ¿Y que nosotros estamos desarmados?
El muchacho lo miró por un instante, y luego se echó a reír estruendosamente.
-Pero ¿de qué estás hablando? En cuanto esta puerta se abra, yo podré volver a Lyoko y desfragmentar mis fuerzas. Me reuniré a la parte de mí que aún está encerrada en el Mirror, y después ya no tendré ni un enemigo. Solo esclavos.
Ulrich no consiguió articular palabra. X.A.N.A. lo miró con una mezcla de indiferencia y compasión.
-De todas formas -murmuró-, si así te sientes más tranquilo...
En las manos de Ulrich apareció de golpe el arma que siempre tenía en Lyoko, su espada japonesa, la catana.
-¡Uau! -exclamó-, ¡gracias!
-Bah, para lo que te va a servir... Mira -respondió el otro, señalando el batiente de la puerta en el que había aparecido una pequeña pantalla luminosa.
En la pantalla se trazó una A. Después, una E. Y una L.
-Aelita -murmuró Ulrich.
Cuando el nombre de su amiga acabó de escribirse, se oyó un ruido parecido a un fuego crepitando en la chimenea. La enorme puerta negra se disolvió, transformándose en una nevada de ceniza luminosa.
Al otro lado del muro apareció un extraño muchacho vestido de elfo. Tenía una pinta realmente ridícula con aquellas orejas peludas y el gorro puntiagudo con la pluma sobresaliendo de un lado.
Cuando Ulrich lo reconoció le saltó al cuello para abrazarlo.
-¡Jeremy! ¿Qué tal estás?
-Yo, b-bien, gracias. ¿Y tú?
Los dos amigos se separaron y se dieron un efusivo apretón de manos.
-No del todo mal. Podría haberme ido peor. Hay un montón de cosas que te tengo que contar. Y X.A.N.A....
Ulrich se dio media vuelta de sopetón. No lo había visto pasar por la puerta, ni tampoco correr, volar, transformarse en humo ni nada de nada. Pero había desaparecido de todas formas.
X.A.N.A. se había desvanecido en el aire.


La criatura fluctuaba en el aire como una translúcida nube de humo. En una fracción de segundo había atravesado el puente que conducía a Lyoko y se había metido en el profundo pozo-abismo en el que tiempo atrás se encontraba su núcleo operativo. El mismo que los muchachos habían destruido.
Pero ahora él podía repararlo.
X.A.N.A. desenroscó sus tentáculos mentales hacia los cuatro sectores de Lyoko, los volvió a plagar de monstruos y retomó el control de las torres. Todas las partes de sí mismo que se habían quedado desperdigadas por los ordenadores de todo el mundo en pequeñas copias fragmentarias de seguridad fueron convocadas de vuelta al hogar, y empezó a recomponerlas como las diminutas piezas de un gigantesco rompecabezas.
Nivel operativo: 80%
X.A.N.A. ejecutó un barrido de la red, probó las conexiones del superordenador y los niveles de protección de las dos sandboxes que contenía, el Mirror y la Primera Ciudad.
La ciudad ahora estaba abierta, con el castillo a su entera disposición. Pero...
Nivel operativo: 90%
... la parte de él que estaba en el diario de Hopper junto con Aelita todavía seguía bloqueada. Ahora ya podía comunicarse con ella, pero no conseguían reunirse.
<<Da lo mismo. En el fondo no se trataba más que de una base de datos. No me hace falta para alcanzar la máxima potencia>>:
X.A.N.A. ignoró aquel problema y se dedicó a recolectar los últimos fragmentos de sí mismo, recomponer sus recuerdos y preparase. Y por fin...
Nivel operativo: 99%
El proceso se bloqueó, y X.A.N.A., pese a que en aquel momento no tenía ni voz ni cuerpo, gritó.
¿Por qué? ¿Por qué no conseguía completar su reconstrucción.
Puso en marcha un programa de autodiagnóstico, analizó los resultados y lo comprendió.


Aelita y X.A.N.A. estaba sentados en la cocina de La Ermita. Aprovechando las inagotables provisiones de comida en la nevera, la muchacha había preparado una buena merienda. Ya había recorrido con X.A.N.A. todo el Mirror por lo menos un par de veces, escuchando y volviendo a escuchar las discusiones entre su padre y la profesora Hertz y, sobre todo, hablando mucho con su nuevo nuevo y extraño amigo. Ya estaba empezando a entender algo más de su pasado. Su padre había escapado del proyecto Cartago y, para tratar de neutralizarlo, había recreado la Primera Ciudad. Por eso había programado Lyoko como una barrera de protección y había introducido en la Ciudad un guardián, X.A.N.A.
Aquella criatura no era humana, pero su padre le había hecho pasar bastante tiempo en compañía de su hija para enseñarle a distinguir el bien y el mal. Y, a pesar de que Aelita ya no se acordaba de nada de aquel periodo, sentía que de alguna manera había funcionado: Richard le había revelado que cuando iban al colegio juntos, él estaba celoso de un misterioso amigo suyo que se llamaba X. La X de X.A.N.A.
Pero la muchacho no lograba comprender qué había sucedido a continuación. ¿Habría descubierto su padre que algo no funcionaba? Pero ¿por qué? ¡Era todo tan difícil...!
En ese momento Aelita estaba picoteando algunas patatas de una fuente que ya se estaba volviendo transparente.
-¿En qué piensas? -le preguntó alegremente X.A.N.A.
-En... antes -respondió ella-, cuando hemos ido a visitar el Kadic. He visto a Richard cuando tenía mi edad, y a todos mis antiguos compañeros de clase. No me acuerdo de ellos, y me ha parecido... raro, eso es todo.
-¡Pero también divertido! -exclamó el muchacho-. Somos como fantasmas, podemos ir adonde queramos, y nadie puede vernos ni regañarnos...
Se detuvo de golpe. Sus ojos se quedaron clavados en el techo, inmóviles, completamente apagados.
-¡Oye! ¿Va todo bien? -le dijo Aelita, preocupada, mientras le rozaba los dedos.
-Sí -le contestó X.A.N.A., sonriente-, acabo de completar una transmisión de datos. Tu amigo Jeremy ha abierto la puerta del muro de la Primera Ciudad, así que yo... quiero decir, la otra parte de mí, ha podido volver a Lyoko. Está reconstruyendo su núcleo operativo.
-Oh -dijo Aelita-. ¿Eso quiere decir que va a cambiar algo para nosotros?
-Tal vez sí -le susurró X.A.N.A. mientras la abrazaba con delicadeza-. Si te apetece ayudarme.
-¿Qué quieres decir?
La mirada de Aelita y la del muchacho se cruzaron. X.A.N.A. tenía unos bonitos ojos brillantes.
-Me he dado cuenta de que hay algo que no funciona -dijo-. Resulta difícil de explicar. Aún no he conseguido completar todos los subalgoritmos de mis rutinas informáticas, y por lo tanto... en fin, que es complicado. Pero me parece que ya he entendido lo que realmente quiero más que ninguna otra cosa. Lo que me impide llegar al cien por cien de mi potencia.
-¿De qué se trata?
-Quiero convertirme en... humano.
X.A.N.A. s entusiasmó, se puso de pie encima de la silla, y después sobre la mesa, pisando los restos de su piscolabis, que acabaron de esfumarse en el aire.
-¡Humano, sí! -remachó-. Es por eso por lo que me sentía tan infeliz e incompleto antes. Pero estando contigo contigo he entendido lo que realmente me falta. Tengo que transformarme en un auténtico ser humano. Piénsalo bien: de esa manera sería el gran guardián de Lyoko, tal y como tu padre quería, y podríamos librarnos de esos tipos de Green Phoenix. ¡Lyoko pasaría a ser un gran mundo solo para nosotros! ¡Tú y yo! ¡Y tus amigos también, si quieres! ¡Estaríamos juntos!
Aelita lo observó sin conseguir articular palabra, y sintió un escalofrío casi doloroso que le recorrió las muñecas y luego subió por sus brazos hasta llegar a los hombros y atenazarle el cuello.
¡X.A.N.A. no podía volverse humano! Si hubiese habido alguna manera de lograrlo, su padre lo habría sabido. Pero ella no recordaba nada, y su padre estaba muerto.
El muchacho se dio cuenta de que algo no iba bien. Volvió a sentarse y le estrechó cálidamente ambas manos entre las suyas.
-¿Vas a ayudarme? ¿Me prometes que me ayudarás a volverme humano?
Aelita tuvo un momento de vacilación, y luego sacudió lentamente la cabeza.
-Me gustaría mucho, de verdad -murmuró-. Pero... no creo que sea posible.
El silencio cayó entre los muchachos, llenando la habitación como una cascada de cubitos de hielo.
X.A.N.A. se puso en pie y rodeó la masa para llegar hasta la puerta de la cocina.
-¿Adónde vas? -le preguntó, alarmada, la muchacha.
-No lo se -respondió él, taciturno-. Si no quieres ayudarme, no importa. Encontraré a otro dispuesto a hacerlo. Ahora el arma de la Primera Ciudad se encuentra en mis manos, y estoy seguro de que la gente de Green Phoenix estará encantada de aliarse conmigo.
Aelita estuvo en un tris de caerse de la silla. Lo alcanzó y trató de agarrarlo por un brazo.
-Pero ¿qué dices? ¡Quiero! ¡Por favor! ¡Hablémoslo!
Mas su mano tan solo aferró un hilillo de humo.

En el primer nivel subterráneo de la fábrica, Memory estaba inclinada sobre el puesto de mando. Desde el instante en que Jeremy había abierto la puerta que comunicaba Lyoko con la Primera Ciudad, los monitores que tenía delante de ella se había vuelto locos.
A la izquierda de la mujer, el proyector holográfico mostraba el mundo de Lyoko como una maraña de diversos colores: verde para el sector del bosque, amarillo para el del desierto, blanco para el hielo y marrón oscuro para las montañas. Ahora el mapa se estaba poblando: por aquí y por allá, en orden disperso, habían aparecido numerosos puntitos rojos que indicaban las torres y otros puntos en movimiento que señalaban las criaturas. ¿Qué estaba pasando?
Grigory Nictapolus esperaba de pie detrás de Memory, acariciando distraídamente de cuando en cuando a sus dos perros.
-¿Qué significa todo eso? -preguntó en cierto momento, señalando la tercera pantalla del puesto de control, que se había llenado de esquemas y datos diversos.
-Imposible -murmuró Memory tras echar un vistazo en aquella dirección.
La mujer empezó a maltratar el teclado con una furia casi salvaje, pasando las páginas adelante y atrás.
-Eso es un informe -dijo al final-. Muestra los posibles usos, tanto pacíficos como militares, de la Primera Ciudad. Todo lo que se puede hacer con el castillo.
-¿Cómo por ejemplo...?
-Bueno, las torres pueden utilizarse para controlar cualquier tipo de aparato eléctrico o electrónico. En cualquier lugar del mundo.
Memory se giró hacia Grigory y vio que en su delgado rostro había aparecido una expresión inquietante.
-Y luego está el teletransporte -continuó la mujer, reluctante-. Pongamos que hay una columna-escáner en Estados Unidos. El tiempo y el coste del viaje se reducen prácticamente a cero.
Durante un momento ambos se quedaron en silencio.
Grigory consideró que el valor de aquella aplicación era incalculable: desplazamiento de tropas de una lado a otro del mundo en una abrir y cerrar de ojos; tráficos comerciales; industria; negocios. Aquello era una mina de oro.
-También habla de materialización de criaturas virtuales -prosiguió Memory-. O sea, que es posible crear nuevos seres dentro de Lyoko para después hacerlos salir a la realidad a través de las torres.
-¿Qué más dice el informe? -preguntó Grigory después de tragar saliva sonoramente.
-Hay una carta dirigida a Hannibal Mago.
-Voy a avisarlo -dijo el hombre mientras se enderezaba cuan largo era y aferraba con fuerza la correa doble de sus perros de presa.


Hannibal Mago, sentado en el sillón de mando del puesto de Memory, estaba jugando con los anillos que le cubrían los dedos.
-¿Estáis seguros de que no es una tomadura de pelo?
-No sabemos quién ha escrito el expediente y esta carta -se apresuró a responder Memory-. Pero lo que está claro es que no ha sido uno de los chiquillos. Se trata de algo que viene directamente dentro de Lyoko.Y, por lo que parece, puede controlar el mundo virtual.
-Muy bien.
Hannibal Mago se apartó de los ojos el ala del sombrero y empezó a leer.
En el fondo, la carta era bastante breve.

Estimado señor Mago:


A pesar de que no me conoce, yo lo sé todo de usted. Sé cuánto dinero y cuánto tiempo invirtió en proyecto de Lyoko, y estoy al tanto de toda la información recolectada por Grigory Ninctapolus. O, por ejemplo, podría muy bien decirle quién es realmente la mujer a la que usted  ha bautizado como Memory.
En cuanto a mí, puede llamarme X.A.N.A. o Guardián.
Para no entretenerlo, voy a ir directamente al grano.El expediente que le he enviado demuestra que conozco Lyoko, la Primera Ciudad y el castillo, y sé cómo utilizarlos. En caso de que usted quiera, estaré encantado de ponerlos a su servicio.
Como podrá suponer, exijo algo a cambio de mi ayuda. Quiero llevar a cabo un pequeño deseo que tengo: salir de este ordenador y volverme humano.
Si se aviene a ayudarme, para sellar nuestro pequeño acuerdo estaré más que dispuesto a poner en funcionamiento el castillo y materializar en la realidad un pequeño ejército de soldados robóticos gracias a los escáneres de la fábrica. Dicho ejército obedecerá sus órdenes y le resultará de lo más útil. Por ejemplo, podría atacar la academia Kadic. De hecho, puede que usted no sepa que...


Mago terminó de leer la carta con calma, valoró la información que contenía y asintió para sus adentros.
¿Ayudar a ese tal X.A.N.A. a transformarse en un humano? No tenía ni la menor idea de lo que eso podía querer decir, pero a fin de cuentas no le importaba lo más mínimo. ¡Lo importante era el castillo! ¡La Primera Ciudad!
Y, dado lo que decía la carta, también la academia Kadic lo era.
Mago releyó el último renglón que aparecía en la pantalla: <<En caso de que acepte este acuerdo, baje al segundo nivel subterráneo para saludar a sus nuevos soldados. Mis más cordiales saludos, X.A.N.A.>>.
El jefe de Green Phoenix sonrió. Apoyó los dedos sobre el teclado y escribió: Querido amigo, materializa los soldados directamente en La Ermita. Ahora el chalé está bajo mi control. A continuación, apretó el ratón que tenía bajo la mano derecha. Clic.

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