martes, 20 de diciembre de 2011

Capítulo 10

                                                    10
              VIAJE AL CENTRO DE LA PRIMERA CIUDAD


Cuando se reunieron todos en el salón de La Ermita eran alrededor de las ocho de la tarde. La señora Della Robbia había encargado unas pizzas a domicilio, y se las habían comido todos juntos, sentados en el sofá o por el suelo.
Al principio Jeremy había tenido miedo de que se sintiesen incómodos, y sin embargo habían estado charlando sin parar durante casi una hora, entretenidos por las bromas del señor Della Robbia, a quien le gustaba estar de guasa casi tanto como a su hijo Odd.
-Así que -continuó Robert- Hopper se tropezó, y el escáner se le vino encima, y...
Ulrich estuvo a punto de ahogarse con un sorbo de su refresco y rompió a reír. Aparte de Jeremy y Eva, todos estaban riendo.
-¿Por qué estás así de serio? -le preguntó su padre.
Jeremy sacudió la cabeza.
-Es que creo que ya es hora de que usemos el escáner. Ya lo hemos reparado, y me gustaría probarlo de inmediato para sacar de allí a Yumi y a Odd -a continuación soltó un gran suspiro antes de seguir hablando-. No os sintáis ofendidos, pero creo que deberíamos ser los chicos los que entrásemos.
-Me parece obvio -comentó su padre, que de repente se había puesto serio.
-Claro que sí -añadió Akiko Ishiyama-. Solo los niños pueden utilizar los escáneres. Para un adulto es una experiencia sobrecogedora...
-¿Por qué? -inquirió Ulrich-. Eso es algo que siempre me he preguntado.
-Bueno, es una cuestión de representación mental, de la manera en que cada persona se imagina a sí misma en el fondo. Los adultos solemos cometer errores a lo largo de nuestra vida, y hacemos cosas de las que luego nos arrepentimos. Con el paso del tiempo, eso puede llevar a que nos creemos representaciones realmente terroríficas. Al poco de haber empezado con nuestros experimentos, yo misma entré en un escáner, para probarlo. Solo que quedé en Lyoko nueve segundos, pero luego hicieron falta semanas para que dejase de temblar como un flan.
Jeremy se puso de pie y se limpió las migas del jersey.
-Vale, entonces podemos bajar al sótano. Aelita y Ulrich entrarán en el Mirror.
Eva levantó una mano para pedir la palabra.
-¿Sí? -dijo Marguerite Della Robbia, que había mostrado una simpatía inmediata por la muchacha.
-Veréis, yo creo que lo primero que hay que hacer no es entrar en el Mirror, sino en la otra sandbox, la Primera Ciudad. La que Ulrich y Yumi descubrieron en Bruselas. -la muchacha titubeó un instante antes de continuar-: todos estamos muy preocupados por Yumi y Odd, pero no deberíamos olvidarnos de que en este momento, a menos de un kilómetro de aquí, hay una fábrica llena de soldados. Y es probable que estén tratando de reactivar Lyoko para transformar la Primera Ciudad en un arma.
-Es cierto -intervino la profesora Hertz-. La situación es crítica, y cada momento puede resultarnos indispensable.
-Pero podría resultar peligroso mandar a la Ciudad a nuestros hijos... -objetó Walter Stern.
-He peleado contra X.A.N.A. un montón de veces -le respondió Ulrich a su padre con una sonrisa-. No es que me den miedo unos simples soldados. Y, además -añadió para tranquilizarlo-, tendré mucho cuidado. Te lo prometo.
Jeremy decidió que era el momento de ponerse manos a la obra.
-Entonces, de acuerdo. Haremos dos equipos: Ulrich y Eva entrarán en la Primera Ciudad, e inmediatamente después Aelita irá al Mirror, a rescatar a nuestros amigos. ¡En marcha!


Jeremy la miró, y Eva asintió:
¿Sospechaba algo aquel mocoso? X.A.N.A. se dio cuenta de que estaba conteniendo la respiración, y soltó el aire lentamente, molesto. Otra vez un estúpido comportamiento humano. Paciencia, dentro de tan solo unos instantes estaría a salvo, en la Primera Ciudad.
No sabía qué iba a descubrir Aelita al entrar en el Mirror. Hacía ya algo de tiempo que había perdido el contacto con la parte de él que estaba encerrada allí dentro. Pero era probable que Odd y Yumi supiesen ya la verdad y estuviesen deseando dar la voz de alarma.
En la Primera Ciudad, por el contrario, no tenía nada que temer. Una vez allí, podría interrumpir la conexión con el ordenador de Jeremy y llevar por fin a cabo de su misión.
Sonrió.
-Ánimo -le dijo Ulrich, respondiendo a su sonrisa-. Nos vemos ahí dentro. La virtualización no te va a hacer daño -la tranquilizó-, solo un poco de cosquillas.
-No tengo miedo -respondió la muchacha con un tono neutro.
¿Por qué iba a tenerlo? Él era un ordenador, y había entrado y salido de aquellos mundos virtuales un sinfín de veces.
Las puertas de la columna-escáner se abrieron ante Eva, y luego se cerraron a sus espaldas. El interior de la columna estaba formado por unas paredes lisas que reflejaban un rostro que X.A.N.A. no reconocía como suyo. Pero muy pronto iba a poder recuperar su auténtico aspecto.
Cerró los ojos mientras el zumbido se iba volviendo cada vez más fuerte. Sintió un ráfaga de viento que levantó su cuerpo por los aires hasta que sus pies dejaron de tocar el suelo. Echó la cabeza atrás y cerró los ojos. El pelo le flotaba alrededor de la cabeza como un millón de tentáculos. Sintió algo de cosquillas, como le había dicho Ulrich, y luego aterrizó con un saltito. Eva Skinner volvió a abrir los ojos.
A su alrededor se erguía una inmensa ciudad. Altas torres se recortaban contra un cielo azul claro moteados de puntitos oscuros. En torno a aquellos imponentes edificios se enroscaban carreteras de blandas formas que parecían estar hechas de cristal de colores. Había casas más bajas que recordaban a pagodas chinas, y calles estrechas iluminadas por alegres farolillos de papel que colgaban sobre los dientes de las puertas.
En el interior de Eva, X.A.N.A. luchó por un instante por mantener el autocontrol. Él ya había estado allí. Aquellos sectores de su memoria aún estaban incompletos, y tenía que volver a Lyoko para terminar de reconstruirlos, pero una parte de él se acordaba. Tenía bien impresas en su mente las carreras por aquellos caminos, los vuelos de un lado a otro de la ciudad...
Alargó una mano hacia el muro de la casa más cercana, y los ladrillos se apartaron, deslizándose como un fluido hasta crear un umbral por el que dejarle pasar.
La ciudad reconocía a su señor.
-Ufff... -resopló Ulrich al aterrizar.
Tras la virtualización, el muchacho había cambiado de aspecto: el jersey y los vaqueros habían sido sustituidos por un quimono corto de samurái. Llevaba el pelo sujeto con una cinta y, colgando de la cintura, la vaina vacía de una catana.
Estaba desarmado. De maravilla, oye.
-Uau -dijo Ulrich-. Estás... estás muy bien.
Por un momento Eva no entendió de qué estaba hablando. Luego se miró los pies, y le dio un escalofrío. Llevaba un par de botazas negras que le llevaban hasta las rodillas y unos ridículos vaqueros de color verde manzana radiactiva que le quedaban ajustadísimos. Arriba tenía una cazadora de color fosforito llena de rosas con el tallo en forma de guitarra eléctrica y el nombre de Ceb Digital por todas partes.
Pero ¿qué clase de persona era Eva Skinner? ¿No podía transformarse en una guerrera, un bombero o cualquier otra cosa?
-Gracias -masculló.
-¿Ya habéis llegado? -la voz de Jeremy resonó en los oídos de ambos muchachos-. ¿Estáis bien?
-Sí -respondió Ulrich, hablándole al viento-. Y te recibo alto y claro.
-Estupendo -retomó la palabra Jeremy-. Ahora voy a interrumpir el contacto un rato. Es hora de virtualizar a Aelita en el Mirror. Hablamos más tarde.
-Vale.
La voz de Jeremy se apagó, Eva oyó un pequeño clic y de nuevo se hizo el silencio.
-Entonces -le preguntó Ulrich amablemente-, ¿qué hacemos ahora?
-Vamos a dar una vuelta -propuso Eva.
-Muy bien. Pero tenemos que estar muy al loro. Si mal no recuerdo, por aquí hay bastantes monstruos.
Eva sonrió. A ella no le asustaban los monstruos. Eran sus aliados.

-¿Hola? ¿Yumi? ¿Puedes oírme? -preguntó Jeremy.
Aelita apoyó la barbilla en el hueco entre el hombro y el cuello del muchacho para ver mejor la pantalla del ordenador. La imagen estaba distorsionada por descargas electroestáticas, y solo se veía una confusa mezcla de líneas blancas y grises.
-¿Odd? ¿Yumi? ¿Me oís? ¡Soy Jeremy!
Seguía sin responder.
-Voy a meterme -dijo Aelita, agarrando con fuerza el brazo de su amigo-. Tal vez consiga encontrarlos.
-Podría resultar peligroso -protestó el muchacho.
-No me importa.
Mientras hablaba, Jeremy había seguido trasteando con el teclado del ordenador.
De nuevo intentó llamar a sus amigos.
-¿Jeremy? -la voz de Odd se abrió paso por fin entre la estática-. Habéis elegido el momento perfecto para dar señales de vida.
Poco a poco, la imagen de la pantalla fue volviéndose más nítida, mostrando lo que su amigo estaba viendo en aquel instante. Ahí estaba Yumi, vestida de geisha, y delante de ellos había un muchacho de pelo oscuro vuelto de espaldas. La imagen seguía distorsionada por las descargas electroestáticas, pero al fondo se distinguían las columnas-escáner de la fábrica.
Aelita abrió la boca de par en par, anonadada. ¡Ese chico le sonaba un  montón! Pero ¿dónde lo había visto antes?
-Y ese tío, ¿quién es? -preuntó Jeremy.
-Jeremy... -oyeron la voz de Yumi a través de los altavoces del ordenador.
Hubo una nueva interferencia, y la imagen del vídeo desapareció. Jeremy descargó un puñetazo contra el teclado.
-¿Has conseguido enterarte de dónde están? -le preguntó Aelita.
-Sí, en un sitio llamado <<Fin del diario>>. Pero no tengo ni idea de cómo llegar hasta allí.
La muchacha suspiró.
-En fin -dijo-. Hazme entrar ahí dentro, y trataré de encontrarlos.
Jeremy asintió, y Aelita le hizo un gesto de despedida a Richard. Los padres de Odd y Yumi estaban asistiendo a aquella escena sin decir nada, aunque tenía un expresión bastante preocupada.
La muchacha entró en el escáner.


Ulrich no lograba entender qué estaba pasando.
Cuando entró con Yumi en la Primera Ciudad, fueron atacados casi de inmediato por un ejército de mantas voladoras que disparaban rayos láser. Pero ahora, sin embargo, las calles estaban desiertas.
-Qué raro -murmuró-, no hay ni un alma.
Se volvió hacia Eva y vio que sus labios se movían. ¿Se estaba volviendo majareta, o esa chica acababa de decir <<Descarga de memoria completada>>?
-¿Perdona? -le preguntó.
-Nada -contestó la muchacha mientras se encogía de hombros-, estaba reflexionando para mis adentros.
Eva estaba realmente estupenda con su conjuntito de roquera, pero Ulrich empezaba a sentirse un poco violento. Le daba la sensación de que la muchacha se encontraba demasiado a gusto en aquel entorno, nuevo y también algo espeluznante.
-¿Adónde vamos? -preguntó.
-Me has dicho que la otra vez os encontrateis a Hopper. ¿Sabrías decirme dónde fue?
Ulrich reflexionó durante unos instantes.
-Sí, en un parque del centro de la ciudad. Había unos árboles de cristal bastante altos y...
-Ya, el parque -dijo de pronto Eva-. Me parece que está yendo por aquí.
Vale. Ahora sí que la situación se estaba poniendo rara de verdad. Pero Jeremy no había vuelto a dar señales de vida desde que había interrumpido la comunicación para virtualizar a Aelita en el Mirror, y Ulrich iba desarmado. En el fondo, le parecía ridículo preocuparse tanto por Eva. No era más que una chica normal y corriente, y encima, para rizar el rizo, era la novia de Odd. No podía ser tan mala. Solo un pelín excéntrica, eso era todo.
Eva caminó con paso firme hasta que llegaron a una pequeña plaza. En su centro, una fuente expulsaba chorros multicolores que luego flotaban en el aire, transformados en pompas de jabón.
-Por aquí -lo guió la muchacha.
Ulrich vio con el rabillo en el ojo una patrulla de mantas voladoras. Eran extrañas criaturas, planas y triangulares, que usaban su delgado cuerpo como si fuese la vela de un barco. Tenían dos pequeños cuernos blandos en el morro y una larga cola por la cual podían disparar rayos láser.
El muchacho se sobresaltó, y se llevó instintivamente la mano a la cadera, pero la vaina de su espada estaba vacía. Sin embargo, las mantas describieron un pequeño círculo por encima de sus cabezas y luego se alejaron por los aires, como si no se hubiesen percatado de su presencia.
<<Tengo que tranquilizarme -pensó Ulrich-. Estoy empezando a tener alucinaciones>>:
Eva estaba a punto de meterse en un estrecho callejón entre las casas del final de la plaza.
¿Esa calle había estado ahí desde el principio? Ulrich no la recordaba. Le parecía que al otro lado de la fuente no había más que una hilera compacta de casas.
Se detuvo de golpe.
-Tú -le dijo a Eva-. ¿Quién eres?
La muchacha alzó una ceja, y Ulrich se sintió de lo más estúpido. Pero tenia que fiarse de su instinto.
-Esas mantas -continuó- nos han pasado al lado, y ni siquiera nos han visto. Te mueves como si conocieses este sitio de toda la vida. Y ahora... has abierto un pasaje. No sé cómo lo has hecho, pero estoy seguro de que ese callejón no estaba ahí hace un minuto. La casas se han apartado delante de ti para dejarte pasar.
-Sí -respondió Eva simplemente-. De todas formas, es inútil seguir con los disfraces.
La muchacha se arrodilló en el suelo y abrió la boca. Ulrich vio cómo un hilo de humo negro le salia por entre los labios, y después también por la nariz. El humo se retorció en el aire, volviéndose más denso. Empezó a tomar forma.
Tras unos breves instantes, Eva estaba echada en el suelo, sin sentido, y ante él había aparecido un muchacho alto con el pelo oscuro.
X.A.N.A. -murmuró.
El muchacho no le respondió, sino que le dio la espalda y echó a andar.
Ulrich gruñó, saltó adelante y le bloqueó el camino. Levantó las manos a la altura de la cara y flexionó las piernas, poniéndose en guardia.
-¿Te has creído que te voy a dejar irte de rositas?
X.A.N.A. sonrió. No había ningún calor en aquel rostro, era como si su boca se moviese de forma independiente del resto del cuerpo.
-Soy yo el que te está dejando que te vayas. Tengo que encontrar al profesor Hopper, y tú no me haces ninguna falta, así que puedes hacer lo que te parezca: cuidar de esta estúpida chiquilla hasta que se despierte, o darte una vuelta, o echarte a dormir. Basta con que no te entrometas.
De la boca de Ulrich salió una carcajada ronca.
-Claro, cómo no. ¿Me dejarías volver a La Ermita?
-Eso no vas a poder hacerlo, porque he cerrado los canales de comunicación con tu realidad. He tenido que esperar unos minutos, de forma que tu amigo pusiese establecer un contacto con el Mirror. Verás, hace unos días que me apoderé del cuerpo de tu compañero de habitación. Cuando el escáner de La Ermita se estropeó, perdí el contacto con esa parte de mí, y tenía que recuperar su memoria relativa a los últimos acontecimientos para entender cómo debía actuar.
¡Odd! ¡X.A.N.A. se había metido en el cuerpo de Odd! Por eso Eva había insistido en virtualizarse de inmediato en la Primera Ciudad. Por eso...
Ulrich dejó de pensar en todo aquello cuando asintió que la sangre se le subía a la cabeza y su respiración se aceleraba más y más. Saltó hacia delante y levantó la pierna derecha para soltar una patada giratoria en el aire.
Se quedó quieto en pleno salto, con la planta del pie suspendida a una decena de centímetros de la cara de X.A.N.A.
Estaba paralizado.
-Menudo aburrimiento -bufó el muchacho mientras sacudía una mano como para apartarse un mosquito.
Una repentina ráfaga de viento empujó con violencia a Ulrich hacia atrás. Su espalda chocó contra la puerta de una casa, y se dio un golpe en la cabeza antes de caer al suelo.
-Aquí estás en mi terreno -dijo X.A.N.A.-. Trata de no hacerme perder la paciencia. Para mí, matarme o dejarte con vida no tiene la menor importancia.
El muchacho de pelo negro se fue a paso ligero, desapareciendo por el estrecho callejón.
Por un instante, Ulrich se quedó mirando fijamente a Eva Skinner, que seguía desmayada. ¿Debería intentar despertarla? En el fondo, allí no corría ningún peligro, ya que los monstruos no iban a atacarla. Y él tenía que tomar una decisión.
Volvió a levantarse, masajeándose la espalda con las manos, y luego echó a correr tras su enemigo.

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