viernes, 23 de diciembre de 2011

Capítulo 13

                                                     13
                       EN LAS TRINCHERAS DEL KADIC


-¿Tú... has organizado todo esto? -dijo Yumi mientras miraba a Odd con los ojos como platos.
Él desplegó una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja.
-Bueno, al principio estaba asustado y preocupado por nuestros amigos, pero luego me he dicho <<¿Qeé haría ahora Jeremy?>>. Y entonces me ha salido todo de un tirón.
La muchacha también sonrió, y le abrió la puerta del laboratorio de física.
Odd entró a paso ligero con un rollo de papel bajo el brazo.
Todos se habían reunido allí: sus padres, los de Yumi, el de Ulrich, el de Jeremy, el director, la profesora Hertz, Jim Morales y Richard Dupuis. En definitiva, que tenía una buena cantidad de público.
Michel Belpois estaba sentado en una esquina con la espalda encorvada. Pero tampoco Walter Stern parecía estar muy en forma.
-El ambiente está espesito, ¿eh? -bisbiseó Odd, volviéndose hacia Yumi, antes de avanzar solo en dirección a la cátedra, donde tosió e hizo una profunda reverencia-. Damas y caballeros, por primera vez en la historia de mis aventuras y desventuras como estudiante en esta escuela, ¡ahora seré yo quien les dé clase a ustedes!
Nadie se rió. Ni siquiera consiguió arrancarles una media sonrisa. Su madre, Marguerite, frunció el ceño como para decirle que dejase de hacer el payaso.
-Mmm, ya veo que su sentido del humor deja bastante que desear. En tal caso, iré directamente al grano.
Odd agarró con ambas manos el gran rollo de papel que sostenía bajo el brazo e hizo que Yumi lo ayudase a pegarlo con cinta adhesiva encima de la pizarra.
Era un mapa de la academia Kadic, edificio por edificio.
El muchacho cogió de encima de la cátedra una larga varilla y señaló con ella hacia el mapa.
-Esto, como resulta evidente, es nuestro colegio. Tras descubrir esta misma noche, desafiando el peligro, que nuestro amigo había sido raptado vilmente...
Yumi le pegó un tirón en el brazo, y Odd resopló. Nadie entendía que ése era su gran debut como actor. Decidió desdramatizar un poco el tono.
-La profesora Hertz y yo nos hemos puesto en contacto con Dido. Sabemos que Jeremy ha sido raptado por Green Phoenix, probablemente por un tal Grigory Nictapolus, al que nosotros habíamos apodado <<el hombre de los dos perros>>, y que utilizó la máquina extirparrecuerdos con mi padre y los de Yumi. Entre ostras cosas, parece ser que ese tipo también ha neutralizado a tres agentes secretos de Dido que estaban vigilando la fábrica donde está el superordenador.
Odd observó a su público. Tenía toda su atención. Se sintió muy satisfecho.
-Tenemos que prepararnos para defender el Kadic cueste lo que cueste. Sabemos que en la vieja fábrica se han juntado un montón de soldados, y de momento a Dido le gustaría evitar una intervención de sus hombres. Cosa que, visto los resultados... En fin, que el principal problema es que este sitio es un auténtico colador.
Odd lo sabía con absoluta certeza. Justo después de haber terminado la llamada a Dido, Hertz, Jim y él habían reconocido el Kadic palmo a palmo. No les había resultado difícil entender por dónde había entrado Nictapolus: la puerta del cuarto de calderas todavía seguía abierta, y la boca de alcantarilla que conducía a las cloacas estaba movida.
-Debemos bloquear la entrada al alcantarillado por aquí y por aquí -explicó Odd-. En este punto hay una boca de alcantarilla que permite acceder desde el parque y está conectada directamente con la fábrica. Y luego hay un pasadizo que va en esta dirección y llega hasta La Ermita. Hay que proteger los muros y cerrar las verjas. Además, tenemos que organizar una expedición al chalé, porque necesitamos el escáner, así que es imprescindible ir a por él, desmontarlo y volver a montarlo en el colegio. Por el momento lo más importante es el escáner, ya que es el único medio de volver a traer a la realidad a Aelita, Ulrich y Eva.Va a ser un currazo, y nos hará falta la ayuda de todos vosotros. Y del resto de los estudiantes. Si no hay ninguna objeción, en cuanto terminemos esta reunión, Jim y Yumi los despertaran y prepararán las primeras defensas. Por nuestra parte, el señor Belpois, Richard y yo iremos a La Ermita -Odd tomó aliento y esperó un instante-. ¿Alguna pregunta? -concluyó finalmente.
Se rió por lo bajini. ¡Siempre había soñado con soltar esa frase!


Memory le había liberado las muñecas, pero aún tenía los brazos sujetos tras la espalda. La mujer lo empujó con delicadeza afuera de la habitación. Jeremy se inclinó demasiado hacia delante, estuvo a punto de caerse y tuvo que dar un par de pasos rápidos para recuperar el equilibrio. Contuvo la respiración.
El despacho del director daba a una pasarela metálica suspendida a varios metros del suelo.
El lugar que tenían debajo había cambiado bastante desde la última vez que Jeremy había estado allí. Por todas partes se veían soldados armados y grandes contenedores de acero con el símbolo de Green Phoenix grabado en las paredes. Al lado del ascensor que bajaba a los pisos subterráneos alguien había montado una enorme tienda beduina, una jaima de tela verde, clavando las piquetas directamente en el cemento.
Jeremy y Memory descendieron a la planta baja empleando una cómoda escalera de caracol montada en lugar de la original de la fábrica, que el tiempo había destruido.
El muchacho notó que justo al lado de la tienda los estaba esperando un hombre con el pelo cortísimo que llevaba una cazadora de cuero. Tenía agarrada con ambas manos una doble correa, también de cuero, enganchada a los collares de sus perros, dos rottweilers grandes y musculosos.
-Grigory -lo saludó Memory con frialdad.
él sonrió con un movimiento de la boca que no iluminó sus ojos ni siquiera por un instante.
-El jefe os está esperando -le dijo antes de dirigirse a Jeremy-. Es un placer volver a verte, pequeñajo.
El muchacho trató de ocultar su miedo.
-Por fin conozco al hombre que consigue borrarse de lo vídeos de seguridad mientras merodeaba de noche, como un cobarde, alrededor de La Ermita -le dijo, mirándolo directamente a la cara.
Grigory le guiñó un ojo, sin darse por ofendido.
-Pues sí, me habéis descubierto. Sois unos chicos muy listos. Pero eso ahora no importa. Ya hemos ganado nosotros. Precisamente me estaba yendo a darles una sorpresita a tus amiguetes.
Jeremy trató de dar un paso adelante, pero Memory lo agarró de las bridas que tenía a la altura de los codos, impidiendo que se moviese. El muchacho se lanzó contra el hombre, y junto con el tirón sintió el afilado mordisco del plástico al clavársele en los brazos.
-¿Qué te crees que estás haciendo?  No puedes...
Grigory no respondió, sino que le limitó a sacudir la correa como si fuese un látigo, y él y sus dos malas bestias se alejaron de la tienda.
-Ni se te ocurra volver a hacerte el tonto con ese hombre, ¿entendido? -le dijo Memory, colocándose ante él y mirándolo con severidad-. Es demasiado peligroso.


El interior de la tienda tenía un intenso aroma a especias dulzonas, y el suelo estaba cubierto de gruesas alfombras.
Hannibal Mago los estaba esperando con las piernas cruzadas sobre un montón de cojines. Llevaba un traje naranja de tres piezas y un sombrero del mismo color, tenía los dedos repletos de anillos y estaba descalzo.
-Señor Mago -dijo Memory-, le he traído al muchacho, Jeremy.
La mujer salió de la tienda tras hacer una reverencia, y Jeremy se quedó a solas con aquel hombre misterioso, Hannibal Mago, el jefe supremo de Green Phoenix, el individuo que muchos años antes había raptado a Anthea.
El muchacho decidió saludarlo usando su auténtico nombre.
-Buenos días, señor Mark Hollenback.
Mago levantó la cabeza, aunque sus ojos siguieron ocultos bajo el ala del sobrero. Jeremy pudo ver dentro de su boca unos caninos de oro que centelleaban de forma amenazadora.
-Vuelve a llamarme con ese nombre -murmuró Mago- y serán las dos últimas palabras de tu vida.
La amenaza se quedó flotando en el aire por un momento, como una densa nube de tormenta.
-¿Cómo es que sabes quién soy? -dijo después Mago, alzando de nuevo la cabeza hacia Jeremy.
-Hace unos diez años -dijo el muchacho mientras se encogía de hombros-, cuando el profesor Hopper se mudó a la Ciudad de la Torre de Hierro, una... persona le confió un expediente sobre usted.
Había sido la profesora Hertz, por supuesto, durante la época en que todavía era la mayor Steinback. Jeremy había asistido a aquella escena cuando Aelita había entrado en el primer nivel del diario virtual de su padre, en La Ermita.
-Así se llamaba el secuestrador de Anthea Schaeffer, la madre de Aelita. Y ahora que he visto a Memory, he sumado dos más dos -concluyó Jeremy con aire desafiante.
Mago empezó a reír, produciendo un ruido espeluznante, como el de una tiza chirriando contra una pizarra.
-Grigory tenía toda la razón al decir que eres un mocoso con un montón de recursos. ¿De modo que ya lo tienes todo bien clarito? ¿Ya sabes que Memory es en realidad la mujer de Hopper? ¡Realmente estupendo! Así me ahorrarás un montón de trabajo.
Jeremy sintió las gotas de sudor que empezaban a bajarle por la frente. Aquel hombre parecía estar completamente chiflado.
-Bueno, vayamos directamente a lo nuestro, mi joven amigo. He venido a esta horrible fábrica para entrar en Lyoko, pero hay un pequeño problema...
Jeremy no pudo evitar sonreír.
-Sus hombres no consiguen entrar en el mundo virtual. Son adultos.
Por la expresión de su rostro, Jeremy comprendió que a Hannibal Mago no le gustaba ni un pelo que lo interrumpiesen. Pero luego el hombre asintió con la cabeza.
-Ya lo he intentado con unos veinte soldados, pero ninguno de ellos han logrado dar ni un solo paso ahí dentro. Parece que Hopper sigue siendo el único hombre capaz de sobrevivir en Lyoko.
Jeremy no dijo nada. ¿Cuánto sabía Mago de la historia de Hopper? ¿Sabía que al entrar en Lyoko el profesor había perdido su cuerpo, trasformándose en pura energía?
-Por lo tanto, jovencito, tú entrarás en Lyoko. Seguirás con sumo cuidado mis instrucciones y me harás un pequeño favor. Será cosa de un momento, ya lo verás. Basta con que abras cierta puerta para mí.
¿Una puerta? Jeremy titubeó antes de negar con la cabeza.
-Lo siento mucho -dijo-, pero yo no puedo entrar en Lyoko.
En realidad ya lo había hecho un par de veces, pero había sido una experiencia tan desagradable y bochornosa que no tenía la menor intención de repetirla. Estaba claro que él no estaba hecho para ser un héroe. Se le daba mucho mejor quedarse en los controles, guiando a sus amigos del mundo real.
Mago enderezó la cabeza, y esta vez por debajo del sombrero asomaron dos ojos helados que se clavaron en los suyos como un par de puñales. Los colmillos de oro brillaron en la penumbra.
-No te he pedido que entres en Lyoko -murmuró-. Te he ordenado. En caso contrario, tu amiguita, además de haber perdido a su padre hace tiempo, ahora también se quedará huérfana de madre. Y tú no querrás que a Aelita le pase eso, ¿verdad?
-Usted... -dijo Jeremy al tiempo que daba un paso atrás, aterrorizado-, ¿... asesinará a Memory si no le ayudo?
Mago dio una sonora palmada con ambas manos sobre sus muslos, rebosante de satisfacción.
-Me caes simpático, chavalín. Lo entiendes todo a la primera.


El parque de la academia Kadic estaba en silencio, con los árboles aún húmedos por el rocío de la madrugada. Yumi y Jim Morales deslizaron hacia un lado la tapa de la alcantarilla. La profesora Hertz los esperaba a unos pocos pasos de distancia, y llevaba en la cabeza un casco de minero que a saber dónde había encontrado, y una gran mochila sobre los hombros.
-Perfecto -jadeó Yumi cuando la pesada tapa metálica acabó por caer entre la hierba alta, revelando el pozo oscuro que llevaba a las cloacas.
Jim olfateó con circunspección el hedor nauseabundo que salía del conducto y sacudió la cabeza.
-¿Y vosotros os habéis estado metiendo ahí dentro, escapándoos de la residencia a cualquier hora del día y de la noche? Lo que el director debería hacer es expulsaros, y no poneros al mando.
-No es el momento de andarse con reproches -trató de serenarlo la profesora Hertz-. Tenemos un trabajo importante que despachar.
Yumi fue la primera en bajar por el pozo. Descendió varios metros, aferrándose a los asideros de hierro clavados en la pared y poniendo cuidado para no resbalarse. Cuando sus pies no consiguieron apoyarse en el siguiente asidero, comprendió que había llegado el momento de saltar, y se dejó caer.
Aterrizó no mucho más abajo con un choff, y acto seguido saltó hacia un lado para evitar mojarse las zapatillas en aquellas aguas residuales. Cogió la linterna que llevaba colgada del cinturón y la encendió, proyectando un cono de luz a lo largo del conducto del alcantarillado. Los monopatines y patines que ella y los demás utilizaban para llegar rápidamente a la vieja fábrica aún estaban apoyados contra una de las paredes curvas.
Oyó cómo alguien gritaba <<¡SOCORRO!>>, y Jim cayó como un saco de patatas para acabar patas arriba en el mismísimo centro del desagüe.
El profesor se levantó de un brinco, y casi pareció como si hubiera rebotado contra el suelo tras su caída, pero ya era demasiado tarde. Tenía los pantalones, el jersey y la cazadora cubiertos de líquidos innombrables.
-¡Que asco! -estalló-. Y que olor más desagradable... ¡Aj!
Hertz llegó poco después dando un elegante saltito, y no se manchó ni tan siquiera la puntera de los zapatos.
-Por ahí se llega al cuarto de calderas de Kadic -le dijo Yumi a Jim mientras señalaba tras de sí-. Y delante de nosotros tenemos el camino hacia la vieja fábrica, que se bifurca más adelante, permitiendo llegar también a La Ermita.
La profesora Hertz estaba observando con atención uno de los muros.
Yumi siguió con la mirada el haz de luz de su linterna. Estaba iluminando una pequeña placa de latón renegrido en la que todavía podía leerse las palabras <<Green Phoenix>>.
-Umf -refunfuñó la profesora.
-Bueno, todo encaja, ¿no? -dijo Yumi-. Hopper y usted recurrieron a Walter Stern, el padre de Ulrich, y cuando compró la vieja fábrica hizo que construyeran estos conductos. Me resulta bastante divertido que utilizase el símbolo de Green Phoenix como señal para marcar los puntos de entrada y salida de este laberinto, mientras que ellos no siquiera sabían dónde se encontraba el superordenador...
Hertz le sonrió. Parecía como si el insoportable hedor de las cloacas no le causase la más mínima molestia.
-Me estaba preguntando si estas galerías aisladas o no del alcantarillado de la ciudad -reflexionó en voz alta la profesora.
-¿Por qué? -preguntó inmediatamente Jim, cansado de que lo dejasen de lado en la conversación.
-Porque no me gusta nada la idea de que unos soldados puedan acercarse tanto a mis estudiantes. Y los hombres de Mago parecen ser muy buenos a la hora de burlar las alarmas electrónicas.
-Pero si fuese posible aislar este laberinto del alcantarillado de la ciudad... -comentó Yumi, que también se había puesto a sonreír-. Teniendo en cuenta que el río pasa tan cerca...
Puede que hubiese comprendido el plan de la profesora. Ambas se intercambiaron un gesto de complicidad.


Odd se adentró por entre la alta hierba. Tras él caminaba Michel Belpois, algo encorvado y con el traje de tweed lleno de arrugas y la cara seria. Richard, por su parte, se bamboleaba bajo el peso de una enorme caja de cartón en la que llevaban el equipo necesario para desmontar el escáner. El joven ya estaba manchado de barro hasta las rodillas.
-¿Estás seguro de que no quieres que te echemos una mano? -le preguntó Odd.
-Sí, yo... voy... de... perlas.
-Disculpa que no hayamos ido por la calle, pero he pensado que sería más seguro atajar por el parque. No quiero que nos llevemos ninguna sorpresa.
El parque del Kadic estaba separado del jardín de La Ermita por una simple valla metálica que atravesaron por una zona en la que había un gran agujero. Ése era seguramente un punto débil en las defensas del colegio. En cuanto terminasen con el escáner, Odd tenía que acordarse de avisar a Hertz.
El muchacho caminó un poco más entre los árboles, tiritando a causa del intenso frío. Llegó a la boca de alcantarilla y vio que estaba abierta, revelando un túnel vertical que se perdían en la oscuridad subterránea. Yumi, la profesora Hertz y Jim debían de haber bajado ya a inspeccionar el alcantarillado. Muy bien.
-Por aquí -susurró.
Un pequeño esfuerzo más y ya tendrían La Ermita a la vista.
Richard resopló, se tropezó con una raíz y a punto estuvo de dejar caer la tapa. De algún modo logró apoyarla en el suelo sin romper nada y empezó a masajearse los brazos doloridos.
-Me hace falta un descansito -dijo.
-No hay problema -le contestó Odd, sonriendo-. Voy avanzando para hacer un reconocimiento.
Se despidió de Richard y el señor Belpois con un gesto de la mano, y a continuación saltó al otro ado de los matorrales, encorvándose como un explorador apache para no sobresalir por encima de la maleza. Aguzó el oído. Algo más adelante, más allá de la cortina de árboles, podía oírse un rechinante sonido metálico.
Odd dobló aún más las rodillas y avanzó en silencio al abrigo de la espesura. El terreno embarrado se le pegaba a las zapatillas, multiplicando el peso de cada paso. Saltó por encima de un tronco caído. Los chirridos se iban haciendo cada vez más intensos, y provenían precisamente de La Ermita.
El muchacho se tiró al suelo y empezó a reptar, clavando los codos para avanzar, tal y como solían hacer los soldados en las películas cuando tenían que atravesar una maraña de alambre de espino. Algo más adelante había un matojo reseco que le serviría de parapeto. Metió la cabeza entre sus ramas, conteniendo un gemido cuando las espinas se le engancharon en el pelo, tirando con fuerza de su cuello cabelludo.
-¡Ayayay! -susurró lo más bajito que pudo.
La valla que separaba el Kadic de La Ermita ya no estaba allí. En su lugar se alzaba un muro de planchas metálicas de unos seis o siete metros de altura que ocultaban hasta el tejado del viejo chalé. El muro solo se hallaba parcialmente construido, y algunos soldados en uniforme de camuflaje estaban transportando más de aquellas pesadas planchas de metal uniéndolas entre sí con cadenas y un soplete. Cada plancha estaba marcada con un símbolo que Odd conocía incluso demasiado bien.
-Pues estamos apañados... Green Phoenix ha encontrado La Ermita.
Jeremy estaba en sus manos, y ahora también lo estaban Ulrich, Eva y Aelita. Sin los de la fábrica, el escáner del chalé era el único modo de conseguir sacarlos de las réplicas, y ahora acabarían yendo a parar directamente de las garras de X.A.N.A. a las de los terroristas.
En ese momento Odd oyó una serie de furiosos ladridos. Se asomó para ver mejor, y a través del trozo de muro que aún no estaba completo vislumbró un hombre con vaqueros y una cazadora de cuero que sujetaba las correas de dos enormes rottweilers que gruñían ferozmente.
Debía de ser Grigory Nictapolus, el hombre que le había hecho daño a su padre y a su mascota, Kiwi. Odd apretó los dientes. Le habría encantado encararse con él, aunque iba desarmado. Empezó a reptar hacia atrás, pero las ramas del arbusto se le habían enredado en el pelo, y Odd tuvo que pegar varios tirones violentos.
-¡Ay! -gritó sin poder controlarse.
Grigory dio un par de pasos hacia el matojo, acompañado por sus dos fieras. Después se paró en seco.
-¡Oye, tú! ¿Eres uno de esos mocosos? -dijo alto y claro.
Odd dejó de respirar. Oyó la gélida carcajada de aquel hombre.
-No quiero ir a por ti, aunque mis perros andan precisamente con algo de hambre. Te necesito para que le lleves un mensaje importante a la mayor Steinback... ¿Cómo la llamáis vosotros? Ah, sí, la profesora Hertz.
¿Grigory quería enviarle un mensaje a la Hertz?
-Dile solo que ahora La Ermita es territorio nuestro. Incluida la habitación secreta. Así que no hagáis ninguna tontería, y si os portáis bien y respetáis las reglas, no os haremos ningún daño a vosotros ni a vuestros amigos...
Los perros tiraban con fuerza de sus correas, tratando de correr hacia el arbusto detrás del que se escondía Odd. Lo habían reconocido, y olfateaban con gula su olor en el aire.
-¿Te has enterado de lo que te he dicho? -gritó el hombre-. Respóndeme, o tendré que ir ahí para asegurarme de que mi mensaje te ha entrado bien en la mollera.
Odd tembló y se mordió el labio inferior.
-Yo... sí -susurró después-. Lo he entendido.
-¡Ah! -exclamó Grigory-. Esa vocecilla es la de Odd Della Robbia, ¿verdad? Ve corriendo a entregar mi mensaje y... dale recuerdos de mi parte a tu viejo.
Aquel siniestro individuo se alejó con pasos largos y firmes, llevándose consigo a tirones sus dos perros.

2 comentarios:

  1. O.O Wao no pense ver otro capitulo asta despues de navidad xD.Gracias x el kapitulo y sobretodo x la dedikacion k le pones en la transcripcion del libro a los fans Te ganaste mi eterno agradecimiento x tantos capitulos en tan poko tiempo xq kreo k ya va 1 capitulo x dia :D
    Felicitaciones y mil gracias una ves mas x los capitulos k kada ves se pone mejor n_n ademas ya k aora si estoy seguro k no pondras 1 kapitulo mas hasta dspues de noche buena (Aunk si kieres sorprendeme u_u no me opongo :D )
    Te deseo una feliz Navidad de parte de 1 de tus seguidores y k la pases super con tus seres keridos !!!
    Salu2

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  2. Muchisimas gracias ^^ La verdad esta interesante y cada vez que leo un capitulo me pregunto mas y mas como no hacen esto en dibujos animados como la serie... Seria genial! xD PEro bueno, al menos podemos leerlo e imaginarnos lo que pasa :P Muchas gracias por tomarte el trabajo de transcribir los libros asi los fans podemos disfrutarlos. Felices fiestas ^^

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