jueves, 22 de diciembre de 2011

Capítulo 12

                                                     12
             LA VERDADERA IDENTIDAD DE MEMORY


El profesor Hopper flotaba en el aire a unos pocos pasos de ellos.
-Ya hemos llegado -dijo.
La carretera en la que se encontraban Ulrich y X.A.N.A. era de color rojo rubí, y atravesaba el cielo de la Primera Ciudad como un largo fular hinchado por el viento, sin ninguna necesidad de pilares ni soportes de ningún tipo.
A cierta altura, la carretera viraba bruscamente hacia la izquierda, y no fue hasta llegar al final de aquella curva cuando Ulrich se percató de la presencia del castillo, que hasta un momento antes había estado oculto a la vista por los rascacielos azules que brotaban por todas partes como dedos de cristal.
El castillo se erguía en el mismísimo centro de la Primera Ciudad. Era una construcción negra en forma de hexágono con la parte superior rematada por almenas y gárgolas de piedra. No tenía puertas ni ventanas de ningún tipo, como si aquella fortaleza hubiese sido tallada en un único bloque de roca.
Ulrich apretó los dientes y bajó de un salto de la carretera sobrealzada. Era un caída de unos diez metros, pero el muchacho aterrizó a cuatro patas sin hacerse el menor daño. Una de las muchas ventajas del mundo virtual.
-¡Uau! -exclamó.
A escasa distancia de él había una nueva carretera-cinta dorada que se elevaba sobre el suelo y llegaba hasta el castillo, dando dos vueltas a su alrededor para después desaparecer en algún punto del horizonte.
X.A.N.A. llegó al lado de Ulrich sin necesidad de saltar, sino limitándose a levitar con gracias hacia el muchacho. Le hizo una señal, y empezaron a recorrer juntos la carretera de oro, aproximándose a la imponente construcción. Ulrich iba pensando que nunca había visto un color negro así de intenso: atrapaba toda la luz, reteniéndola en su interior opaco.
Hopper se materializó ante ellos y les señaló con la mano un punto concreto que había en algún lugar por debajo.
-Mirad -dijo.
En correspondencia con cada uno de los vértices del hexágono, seis hileras de ladrillos negros recorría el suelo de la ciudad, formando seis líneas rectas que se perdían entre las torres y las calles, cortándolas limpiamente, como bisturíes arquitectónicos. Desde lo alto, el castillo debía de parecer el negro centro de una gigantesca estrella.
-Tenéis que poner mucha atención, chicos -continuó Hopper-. Este castillo es un arma. Lo construyeron los hombres de negro sin que ni Anthea ni yo pudiésemos hacer nada por impedírselo.
Ulrich se dio cuenta de que el profesor no los estaba mirando se verdad. Sus ojos estaban perdidos en el vacío. Se recordó a sí mismo que ése no era en realidad el padre de Aelita, sino solo un programa informático extremadamente sofisticado.
-Yo quería desactivar el castillo, volverlo inofensivo. Esperaba que de esa manera la Primera Ciudad pudiese transformarse en un regalo para la humanidad, en lugar de en un instrumento de destrucción. Por desgracia, cometí un error. Cuando huí de los hombres de negro, tuve que reconstruir también el castillo. Y entonces fue cuando comprendí que no era posible desactivarlo -Hopper se interrumpió y soltó un suspiro antes de continuar-. Por eso decidí aislarlo dentro de una sandbox, encerrando para siempre la ciudad en un lugar donde no pudiese causar ningún daño, y construí Lyoko. Lyoko nació como un mundo-barrera capaz de bloquear los efectos dañinos del castillo dejando intactos sus poderes benéficos. Pero para que mi plan pudiese realizarse necesitaba un aliado, alguien capaz de controlar Lyoko y la Primera Ciudad. Necesitaba un guardián.
-¿Guardián? -susurró Ulrich.
-Sí -dijo con una sonrisa el muchacho de pelo oscuro que estaba junto a él-. Yo.
-El guardián -continuó Hopper- tenía que ser una inteligencia artificial muy sofisticada. Le puse el nombre de X.A.N.A., y para enseñarle a ser <<humano>>, dejé que mi hija Aelita y él se hiciesen amigos.


Odd bostezó y se giró sobre sí mismo. Intentó meter la cabeza bajo la almohada y contar ovejitas, pero al final entendió que no había nada que hacer y se resignó a encender la lámpara de su mesilla de noche. Miró el despertador. Hacía poco que había pasado las tres.
El muchacho no conseguía quedarse tranquilo. Tenía demasiados pensamientos dándole vueltas y más vueltas por la cabeza, como un tornado en una jaula. Al volver a la realidad, los demás lo habían puesto al día de cómo estaba la situación, y era todo una auténtica ida de olla. Todos y cada uno de sus viejos habían sido colaboradores de Hopper.
Y Walter Stern... él era nada menos que un traidor. Pobre Ulrich. ¡Para su amigo debía de haber sido algo realmente difícil de digerir!
Otra cosa que no le dejaba pegar ojo a Odd era aquel recuerdo de su padre que había encontrado en la tarjeta de memoria: el vídeo de la madre de Aelita raptada y amordazada. Antes de irse a dormir, Odd había hablado un poco de ello con Jeremy, pero su amigo estaba tan hecho polvo que a lo mejor ni siquiera lo había escuchado.
Y, además, había un último pensamiento, uno que cubría todos los demás como un veloz de terciopelo negro: Eva Skinner. Por primera vez en toda su vida Odd se había sentido listo para tener una novia y dedicarse únicamente a ella. Y al final, ¿qué era lo que descubría? ¡Que Eva no era una persona de verdad, sino X.A.N.A., su enemigo!
¡Odd se había enamorado de un programa de ordenador! ¡Y de un programa malvado, para más inri!
-¡VALE YA! -gritó, y esta vez apartó las sábanas de una patada y se levantó.
Con Ulrich atrapado en la Primera Ciudad, su dormitorio resultaba vacío y triste, y Odd necesitaba hablar con alguien, con un amigo de verdad.
Agarró el móvil y lo encendió. Luego esperó unos segundos a que aquel viejo trasto se pusiese en marcha y trató de llamar a Jeremy. Tenía el teléfono apagado.
-¡Ah, pero no te escaparás de mí! -comentó con entusiasmo-. ¡Vas a hacerme compañía, aunque para ello tenga que echarte abajo la puerta!
Odd soltó una risilla y se puso un jersey bien gordo encima del pijama.


Llevaba ya un par de largos minutos llamando a la puerta de Jeremy, pero su amigo todavía no había ido a abrirle. Tenía un sueño realmente profundo...
Por un instante Odd pensó en dejarlo correr. Después de todo, era tarde, y a lo mejor a Jeremy le hacía falta dormir un poco. A continuación se fijó por casualidad en la manija. A la cerradura le pasaba algo raro... estaba arañada, y tenía el metal doblado hacia fuera.
<<¿Han forzado la puerta?>>
Aquel pensamiento no siquiera había terminado de formarse en su cabeza, y Odd ya estaba girando el picaporte. Lo oyó protestar con un chirrido quedo. Apretó los dientes y embistió la puerta con el hombro. La cerradura cedió de sopetón, haciendo que el muchacho se cayese de bruces dentro del cuarto.
La habitación de Jeremy se encontraba a oscuras. La luz del pasillo se colaba dentro formando un triángulo claro que se estiraba por el suelo hasta llegar a la cama de su amigo, que estaba vacía y deshecha, con las sábanas y las mantas revueltas en un ovillo, como si él se hubiese desembarazado de ellas de una patada.
¿Adónde podía haberse ido Jeremy a esas horas de la noche? ¿Y por qué había aquellas marcas en la cerradura?
Encontró el interruptor de la pared, encendió la luz y cerró la puerta tras de sí. Era la misma habitación de siempre del bueno de Jeremy. Totalmente ordenada, a excepción del escritorio, abarrotado de ordenadores y cacharros periféricos. Colgando de la pared, justo encima de la cama, estaba el famoso póster de Einstein sacándole la lengua a la cámara. Y al otro lado, el armario cerrado.
Odd se acercó al escritorio, pero no vio nada raro. Se giró, y fue entonces cuando se dio cuenta de que había una nota clavada con una chincheta a la cara interior de la puerta.
El muchacho la arrancó de un tirón, y la chincheta saltó, tintineando por el suelo de la habitación mientras Odd habría los ojos como platos. Se trataba de una sencilla tarjeta de visita con el dibujo de un extraño pajarraco y las palabras <<Green Phoenix>> impresas con una tipografía muy historiada.
En la parte de atrás alguien había escrito con letras bien legibles Ahora vuestro amigo está con nosotros.
Green Phoenix había raptado a Jeremy.


Jeremy estaba inmovilizado.
Aquel hombre de cara afilada había irrumpido en su cuarto sin hacer el menor ruido y se le había echado encima sin darle tiempo para reaccionar. Un auténtico profesional.
Jeremy había comprendido enseguida con quién se las tenía que ver. Debía tratarse, sin duda, de Grigory Nictapolus, el hombre de los perros que había usado la máquina extirparrecuerdos con Robert Della Robbia y los señores Ishiyama.
El muchacho se había dejado poner fuera de combate en un par de segundos. Había notado cómo un olor extraño le trepaba por nariz y había perdido el sentido.
Al despertarse se había encontrado paralizado, con los brazos detrás de la espalda, las piernas dobladas hacia atrás y los talones clavándosele en el trasero. No podía ver nada: le habían quitado las gafas, y tenía la cabeza metida dentro de una bolsa de tela negra que le dificultaba la respiración. Le dolía la cabeza, tenía la boca sellada con algo que sabía a plástico (<<Cinta americana>>, pensó) y le habían atado muy juntos los tobillos y las muñecas, de forma que cada movimiento le causaba una punzada de dolor.
Jeremy trató de permanecer tranquilo. ¿Cuánto tiempo habría pasado desde su secuestro? <<Piensa, piensa>>, se dijo. Cuando Grigory llegó, él acababa de dormirse, y ahora no tenía sed ni se estaba haciendo pies, así que como mucho debía de haber estado unas pocas horas sin sentido. Probablemente eran las tres o las cuatro de la madrugada. Odd y los demás no se darían cuenta de su ausencia hasta la mañana siguiente. No podía esperar que lo ayudasen de inmediato. Y, además, ¿ayudarlo, cómo? Grigory iba armado y era peligroso, y sus amigos...
-El mocoso ya está despierto -le llegó una voz masculina y áspera.
Jeremy sintió que un par de manos lo agarraba y trató de desembarazarse de ellas y gritar, pero no lo consiguió. Alguien levantó un poco la bolsa de su cabeza y metió dentro una mano que sujetaba un pañuelo empapado en una sustancia que se le empotró dentro de las fosas nasales.
Jeremy tragó saliva. No... debía... respi... rar...
Forcejeó tan solo unos instantes. Luego sintió que su cabeza se iba volviendo cada vez más pesada y volvió a desmayarse.


El director Delmas tenía la barba gris desgreñada y los ojos hinchados de quien ha dormido demasiado poco. La profesora Hertz también parecía agotada. Odd se estremeció bajo el jersey. Todavía iba en pijama, y sus pies descalzos estaban helados.
-¿Qué vais a hacer? -les preguntó a los adultos.
Inmediatamente después de descubrir la nota, el muchacho había ido corriendo a despertar a la profe, y luego habían ido juntos a llamar al director. Aún no habían avisado al padre de Jeremy ni a los demás. Lo mejor era decir que antes trazasen un buen plan.
-Debemos llamar a la policía -afirmó con decisión Delmas.
-O mejor, a Dido -lo contradijo rápidamente Odd.
Jeremy le había contado todas las novedades que había sucedido mientras él se encontraban en el Mirror, y entre otras cosas le había hablado de la alianza con la jefa de los hombres de negro.
-¿Dido? -dijo el director, enarcando una ceja-. ¿Y quién sería esa tal Dido, si puede saberse?
-Ejem... -tosió la profesora mientras le lanzaba a Odd una mirada asesina.
Pero el muchacho no se dejó intimidar. ¡Había secuestrado a Jeremy! No era el momento de andarse con tantos remilgos.
-Dido es una agente secreta -explicó-. ¡Dirige una agencia gubernamental!
Trató de resumir la situación lo mejor que pudo, haciendo memoria de lo que le había contado Jeremy. A cierta altura Hertz suspiró con resignación y lo ayudó a explicárselo todo al director.
Al final de la historia hubo un largo momento de silencio. Después Delmas se retorció las manos, nervioso, y soltó un suspiro.
-Profesora, ¿es verdad todo eso?
-Sí -le respondió Hertz, mirándolo fijamente a los ojos.
-¿Algunos de mis estudiantes están implicados en una intriga internacional, y hay un superordenador que también es un arma mortal, y vosotros os habéis aliado con una agencia secreta para luchar contra un ejército de terroristas?
-Coooorrecto -asintió Odd con entusiasmo.
-Y no me habéis dicho nada hasta ahora que han raptado a uno de los chicos.
A Odd le empezó a dar en la nariz que el director no estaba contento para nada con aquella situación, y se mordió los labios.
-No tiene que preocuparse, señor director -dijo, tratando de sonreír-. Jeremy es un chico listo, y se las apañará. Y también Aelita, y Ulrich, y Eva. Aunque sé que todo este asunto parece... en fin... desesperado, ya verá como conseguiremos salir de ésta.
-Tal vez -murmuró Delmas, resignado-. A estas alturas me parece inútil acudir a la policía. Profesora Hertz, llame a esa tal Dido y pregúntele qué podemos hacer. Mientras tanto, yo me pondré en contacto con los padres de los chicos y les diré que vengan aquí me inmediato.
Odd trató de pensar en lo que Jeremy habría hecho de estar en su lugar. ¿Qué ideas se le habrían ocurrido?
-No va a ser suficiente, señor director -dijo mientras se ponía de pie-. También tenemos que pensar en los demás estudiantes: ahora Kadic está en peligro. ¡Debemos despertarlos a todos y prepararnos para defender la escuela!
El director y la profesora Hertz clavaron sus ojos en él, estupefactos.


Jeremy abrió los párpados. Todavía seguí atado de pies y manos, pero esta vez ya no estaba echado boca abajo en el suelo, sino sentado sobre una silla de madera con brazos y el asiento giratorio.
Le habían arrancado la cinta adhesiva de la boca, y ya no tenía la cabeza cubierta, aunque eso tampoco suponía una gran diferencia, dado que aún estaba sin gafas.
El muchacho se encontraba en una habitación minúscula que olía a polvo y estaba ocupada en su mayor parte por un amplio escritorio (lo tenía tan cerca que el borde de la tabla se le estaba clavando a Jeremy en las rodillas) y un gran archivo de metal que quedaba a su derecha.
Delante de él tenía una puerta, y a la izquierda, una ventana por la que entraba una corriente de aire helado y una luz tenue y azulada. Debía de estar casi a punto de amanecer.
Pese a no distinguir los detalles del lugar, Jeremy entendió deprisa dónde estaba: en la oficina del director de la vieja fábrica que había en medio del río. La misma fábrica en la que se encontraba el superordenador de Lyoko y que, en aquel momento, se hallaba ocupada por los soldados de Green Phoenix.
Sonrió. En cierto sentido Aelita y Ulrich estaban allí, cerca de él, virtualizados en las sandboxes del superordenador. Esperaba que se encontrasen bien, que hubiesen logrado escapar de las garras de X.A.N.A.
<<Tengo que salir de aquí -pensó Jeremy-. Y cuanto antes>>:
Trató de moverse. Le habían pasado los brazos por detrás del respaldo, y los tenía atados a los tobillos con bridas de plástico o algo por el estilo. Sus pies estaban apoyados sobre la base giratoria de la silla, pero cada movimiento que hacía con ellos repercutían en sus muñecas, causándole unos tirones de lo más doloroso.
Apretó los dientes y trató de girar sobre sí mismo, empleando el trasero como eje. La silla casi ni se movió. Repitió el gesto en sentido contrario, con más fuerza, y se encontró con un codo apoyado sobre la tabla del escritorio. Ahora podía reflexionar el brazo, y tal vez llegase a conseguir inclinar la silla y echarla al suelo. A partir de ahí, a lo mejor...
La puerta de la oficina se abrió, y Jeremy se quedó parado, girando lentamente la cabeza hacia el recién llegado, que pasó una mano por la pared en busca del interruptor. Tras oír el clic, tuvo que cerrar los ojos, demasiado habituados ya a la penumbra.
Aquella persona desconocida cerró la puerta tras de sí y se acercó a él.
-Aún no te han devuelto las gafas, ¿verdad? Aquí tienes.
Era una mujer, y tenía una voz amable.
Jeremy notó que unos dedos delicados le colocaban bien la montura sobre la nariz. A continuación la mujer se sentó sobre el escritorio, a pocos centímetros de él, con las piernas cruzadas. Debía de tener unos cincuenta años. Era pelirroja, y tenía la cara limpia, sin ningún tipo de maquillaje. Llevaba unos vaqueros y una camisa, y por encima de ellos, una bata de laboratorio con un destornillador asomándole del bolsillo.
-Yo soy Memory. ¿Tú cómo te llamas?
-Jeremy -respondió mientras pensaba que menuda pregunta: si lo habían secuestrado, tenían sin duda que saber quién era.
-No tengas miedo, Jeremy. Todo irá bien. Nos haces falta... pero estoy segura de que nos ayudarás, y luego podrás volverte a casa.
-No tengo ni la más mínima intención de ayudar a una panda de terroristas -le espetó Jeremy, mirándola fijamente a los ojos.
-Por favor -la voz de Memory le pareció disgustada-, piensa bien lo que haces, y no cometas ninguna imprudencia. Mi jefe, Hannibal Mago... bueno, digamos que a veces tiene un carácter un tanto impulsivo.
Hannibal Mago, el capo de Green Phoenix. Por un momento Jeremy sintió vértigo.
-He venido aquí -continuó la mujer- para llevarte ante él y advertirte que tengas cuidado. No me gustaría que te pasase nada.
Parecía sincera, pero el corazón de Jeremy seguía galopando como un potro desbocado. Hannibal Mago... y él estaba a punto de conocerlo.
Memory se puso en pie y sacó un cúter del bolsillo de la bata. Mientras realizaba aquellos movimientos se le abrió ligeramente el cuello de la camisa, y los ojos de Jeremy se fijaron  en la garganta de la mujer.
Memory llevaba una delicada cadenita de oro, pero fue el colgante lo que llamó la atención del muchacho. Era redondo, tan grande como una moneda antigua, y tenía grabadas dos letras, una W y una A, rodeadas por un nudo de marinero.
Jeremy conocía bien aquel collar, porque Aelita tenía uno exactamente igual. Se lo había dejado su padre antes de desaparecer. Y el pelo de Aelita era de un maravilloso color rojo fuego. Justo como el de Anthea, su madre. Justo como el de Memory.

4 comentarios:

  1. Bueno Simplemente Gracias.Me diste mi regalo de navidad T_T 5 capitulos de CL en 4 dias T_T
    Ahora Gracias a ti podre pasar una feliz navidad :D
    Ademas kisiera hacerte una pregunta aprovechando k estamos en los ultimos kapitulos D: (espero no caer pesado)u.u
    Terminando el libro "El regreso del fenix" pondras luego el ultimo libro ???
    Espero k si y si no lo pondras almenos mienteme :(
    para poder ser feliz :D
    Gracias de todos modos x el capitulo :).

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  2. De nada! Me alegro de que vayas a pasar una feliz navidad :D
    Y contestando a tu pregunta, si, cuando termine este libro voy a seguir con el último. (Y no te preocupes que es verdad) XD

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  3. Nooooo... encerio Memory es esa persona??

    Nunca me lo hubiera imaginado jaja.

    Ahora, hablando encerio era muy obvio

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