lunes, 24 de octubre de 2011

Capítulo uno

                                                    1
                               EL TEMOR DE X.A.N.A.
La lluvia de los últimos días había disuelto la nieve, y los senderos trazados entre los  los árboles estaban recubiertos de un barro tan pegajoso como el engrudo. El cielo gris oscuro prometía aún más precipitaciones.
El parque de la academia Kadic se extendía alrededor de los tres muchachos, delimitado por la impotente tapia de piedra y la verja de hierro coronada por el escudo del instituto. A su derecha se erguían los edificios de la escuela: la residencia de estudiantes, la administración, los laboratorios de ciencias, el aulario, el comedor y el gimnasio. Estaban distribuidos como los dientes de un descomunal tenedor entre los que se abrían hueco tres pequeños patios.
Aelita Hopper caminaba en silencio al lado de sus dos amigos, Jeremy Belpois y Eva Skinner. Juntos formaban un grupo realmente variopinto. Aelita, menuda y con el pelo rojo fuego cortado a la garçon, llevaba un grueso anorak de plumas de ese color encendido. Eva, en cambio, era más alta y de una belleza más llamativa. Tenía el pelo rubio y corto, con los ojos claros como el cristal y unos labios de líneas perfectas. Y luego estaba Jeremy, con su típico jersey bien gordo y sus sempiternas gafas redondas de cerebrín ligeramente torcidas sobre la nariz.
-Brrrr -se estremeció el muchacho-. Tenía que haberme puesto el chaquetón.
-Yo no tengo frío -observó Eva.
-Pues yo tampoco -confirmó Aelita sin prestar demasiada atención. Estaba pensando que también su padre había estado en aquel lugar antes de encerrarse con ella en el mundo virtual. Después, Aelita se había quedado atrapada en Lyoko durante diez largos años, aunque sin envejecer ni un solo día. Tenía veintitrés años, y sin embargo tan sólo aparentaba unos trece. Cuanto más lo pensaba, más le parecía cosa de locos. Su padre, en cambio...
Jeremy la estaba observando fijamente, con los ojos llenos de preocupación.
-¿Tenías algo que contare, Aelita? -le preguntó.
La muchacha asintió con la cabeza. Lo que podía llegar a descubrir la asustaba, pero sentía que era el momento de poner las cosas en claro.
-Ya ha pasado un día desde que encontré la segunda habitación secreta de La Ermita y di con la réplica -recordó-. Y hasta ahora sólo he podido explorar el primer nivel del diario de papá.
Jeremy asintió en silencio, pensativo.
-Bueno, ¿y no va siendo hora ya de volver a ponernos con nuestra exploración? -concluyó la muchacha.
Aelita había entrado en el diario como una especie de fantasma, y había podido observar con sus propios ojos algunos fragmentos de la historia de su padre y su madre, Anthea. Y precisamente ahora, cuando le parecía que estaba a un paso de la solución, Jeremy se echaba atrás por algún motivo que ella no lograba entender.
-Aún no es el momento -replicó el muchacho-. Primero quiero estar seguro de...
-¡Se trata de MI PADRE, Jeremy! -estalló la muchacha-. ¡Y está MUERTO! ¡Y no tengo ni idea de dónde está mi madre!
-Vale, vale -se rindió Jeremy, escudándose con las manos-. Tienes razón -continuó acto seguido mientras le sonreía con dulzura-. Déjame solo que haga las últimas comprobaciones. Nos veos esta noche en mi cuarto, con todos los demás. Y te prometo que después entraremos en el segundo nivel de la réplica y descubriremos qué hay en esa última parte del diario de tu padre. Es que no es tan sencillo. Debes tener un poco más de paciencia...
Su amiga trató de contradecirlo, pero Jeremy ya había empezado a alejarse por el sendero para volver a la residencia, con las manos en los bolsillos y el cuello encajado entre los hombros para resguardarse del frío. Aelita suspiró. Jeremy era su mejor amigo, y tal vez algo más, pero cuando se ponía, era un auténtico cabezota.
-¿Te hace seguir paseando conmigo? -le preguntó entonces a Eva.
-Claro.
Eva Skinner parecía una chica como muchas otras, que en aquel momento, en lugar de estudiar, estaba echando la tarde con una amiga en el parque de la escuela.
Tras aquel rostro angelical, sin embargo, escondían un secreto del que sus amigos no sospechaban ni siquiera la existencia. Era un secreto peligroso que había anidado en Eva desde hacía ya tiempo y la obligaba a actuar y hablar en nombre de otra persona. O mejor, de otra cosa. De hecho, X.AN.A. se había apoderado de la muchacha, doblegándola a su voluntad. Pero en aquel preciso instante la inteligencia artificial que había dentro de ella estaba gritando.
¿Por qué había aceptado pasear con Aelita? ¿Y por qué no la había atacado todavía, dándole también a ella el negro beso que le habría permitido adueñarse de su cuerpo? Con Odd Della Robbia le había resultado de lo más sencillo...
La verdad era que X.AN.A. no quería hacerlo. No con Aelita. Y esa reticencia, que no era en absoluto racional, lo ponía furioso. Pero tampoco la rabia encajaba con la inteligencia de una inteligencia artificial. X.A.N.A. no tenía sentimientos. No estaba programada para tenerlos. Y, entonces, ¿por qué había sentido aquella extraña calidez cuando Aelita le había pedido a Eva, y por lo tanto él, que continuasen con el paseo?
<<Stop -se dijo X.A.N.A.-, 56.780 x 75.678 = 4.296.996.840>>.
Bien. Por lo menos su capacidad de cálculo funcionaba correctamente.
<<Seis por dos igual a doce>>.
X.A.N.A. reflexionó durante una fracción de segundo, como paralizado. <<Seis por dos igual a doce>>, se repitió después.
El resultado era correcto, claro, pero el problema era otro: no había calculado la multiplicación, sino que se había basado en la memoria. Aunque no en su memoria, sino en los recuerdos de Eva Skinner.
¿Qué podía querer decir aquello? ¿Qué le estaba pasando?
Cuando se apoderó de la mente y el cuerpo de Eva, X.A.N.A. no era mucho más que un fragmento digital navegando a la desesperada entre el desenfrenado oleaje de internet en busca de los pedazos que le faltaban, dispersos por el éter. Hopper y los muchachos le habían asestado un duro golpe, y aunque no lo hubiesen eliminado por completo, de todas formas había logrado destruir su núcleo.
Pero ¿y luego? ¿Qué había sucedido después, exactamente? Tal vez no había sido solo él el que se había adueñado de Eva, sino que Eva también estaba dominándolo a él.
Y eso era un problema.
-?Va todo bien? -le preguntó Aelita.
X.A.N.A. miró sorprendido a la muchacha pelirroja que caminaba a su vera. Probablemente se había distraído durante demasiado rato, y ella se había dado cuenta.
-Sí, sí... -falfulló Eva-. Estaba pensando en lo que ha dicho Jeremy.
-Sí, a veces a mí también me pone furiosa -suspiró Aelita, tomando de la mano a su amiga.
X.A.N.A. se percató de que los dedos de Eva estaban sudados y se sobresaltó. ¡Malditas emociones humanas! Hacía un tiempo que tenía dificultades para controlarlas. Y no tenía ni idea del porqué.
Lo único que podía hacer era mantenerse alerta y encontrar la forma de entrar en la réplica de La Ermita con aquellos estúpidos chiquillos. A lo mejor desde allí podría conseguir volver a Lyoko. Y entonces sí que iba a cambiarlo todo. Dejaría de ser un ridículo cruce entre un humano y una computadora, se libraría de aquella insignificante mocosa y volvería a ser X.A.N.A. y sólo X.A.N.A., señor indiscutible del mundo virtual y futuro amo real.

Más o menos a las seis de aquella misma tarde, la biblioteca de Kadic se había quedado vacía. Tan solo quedaban Ulrich y Yumi, sentados uno frente a la otra y con las cabezas inclinadas sobre los libros.
Yumi estaba concentrada en el estudio. Era un año mayor que sus amigos, así que iba a otro curso, y al día siguiente tenía un examen de Historia de lo más complicado. En cuanto a Ulrich... bueno, él no tenía ningún examen en el horizonte, pero no podía perderse la ocasión de estar un poco de tiempo a solas con ella. Yumi vivía con sus padres no muy lejos del instituto, y por las tardes se dejaba ver en muy pocas ocasiones por el Kadic. Había que aprovechar aquella oportunidad.
Ulrich levantó la cabeza de los libros y la miró. Yumi era alta y delgada, y tenía una larga cabellera corvina y dos ojos rasgados que parecían llenos de cosas intrigantes. Iba vestida de negro, como de costumbre, y tenía la frente fruncida. Era preciosa.
-¡Ey! ¿Se puede saber qué pasa, que me miras tan fijamente? -peguntó ella de pronto.
-Nada, nada -se sobresaltó Ulrich, empezando a toser-. Estaba pensando... o sea, pensaba en Odd. ¿No te parece que está un pelín raro últimamente?
Yumi apartó por un momento el libro de Historia.
-Lo único que le pasa es que está enamorado -sentenció-. Parece ser que Eva y él van en serio.
Ulrich no estaba para nada convencido, y sacudió la cabeza. No se trataba solo de la repentina pasión por la hermosa chica norteamericana que iba a su instituto desde hacía unas pocas semanas...
-¿Se puede saber qué pasa? -lo apremió Yumi-. Deberías alegrarte de que tu mejor amigo por fin haya dejado de hacerse el donjuán con la primera que pasaba y se haya echado novia.
-Pero ¿te has dado cuenta de cómo se miran? -insistió Ulrich-. Siempre parece como si compartiesen una especie de secreto misterioso. Y a veces Eva empieza una frase y la termina Odd, como si estuviesen pensando exactamente lo mismo.
-Bueno, debe de ser que están hechos el uno para el otro.
Ulrich soltó un resoplido. Yumi y él también estaban hechos el uno para el otro. No le cabía la menor duda. Y, sin embargo, ´rl no conseguía entender muchas nunca qué era lo que ella quería realmente. Muy al contrario, a pesar de que la conocía desde hacia mucho tiempo, esa muchacha era indescifrable para él.
-¡Ey, chicos! -los llamó una voz desde el fondo de la biblioteca.
Y ahí estaba Odd, con la sonrisa y la ropa de vivos colores de costumbre. Llevaba el pelo, tieso por encima de la coronilla, como una cresta peinada a golpe de dinamita.
-Y hablando del ruin de Roma... -masculló Ulrich mientras se apoyaba contra el respaldo de su silla.
-¿Qué ruin de qué Roma? -preguntó con curiosidad Odd, al tiempo que se sentaba a horcajadas en una silla y se ponía a observar con atención el libro de Yumi. Qué raro: Historia no había sido nunca su asignatura favorita... aunque, para ser sinceros, tampoco era que tuviese ninguna en especial-. ¿Os habéis enterado de la noticia? -exclamó acto seguido-. Jeremy quiere que vayamos todos a su habitación esta noche. ¡Zafarrancho de combate!
-¿En serio? -bufó Ulrich-. Pues a mí no e ha dicho nada.
-Ni a mí tampoco -dijo Odd al tiempo que le daba una palmada en el hombro-. Pero se lo ha comentado a Eva y a Aelita.
Ulrich le lanzó una mirada a Yumi, pero la muchacha ya estaba giarada hacia Odd.
-Pues me parece una idea realmente buena. La cosa se está poniendo cada vez más complicada...
-¡Ya! -soltó Odd mientras volvía a ponerse en pie, como si tuviese mucha prisa.
-¿Y se puede saber adónde vas ahora tan corriendo? -le preguntó Ulrich.
-¡Menuda pregunta! Pues a ver a Eva, por supuesto.
Ulrich alzó la vista al cielo mientras Yumi trataba de contener una risita.

La habitación de Jeremy en la residencia de estudiantes era una de las pocas individuales que estaban reservadas para los alumnos varones. Se trataba de un dormitorio de aspecto ordenado, con un póster de Einstein colgando sobre la cabecera de la cama y el pijama doblado bajo la almohada. Sin embargo, el escritorio, al contrario que todo lo demás, era la apoteosis del caos y el desorden, y parecía a punto de partirse bajo el peso de numerosos teclados, pantallas y aparatos informáticos de lo más variopinto.
Jeremy terminó de escribir algo y se volvió hacia sus amigos. Los miró uno por uno: Aelita, obviamente; Ulrich y Yumi; y luego, Odd y Eva. También estaba Richard Dupuis, el muchacho que diez años antes había sido compañero de clase de Aelita allí mismo, en Kadic. Solo que Aelita, encerrada dentro de Lyoko, no había seguido creciendo, y Richard, por el contrario, sí que lo había hecho, por lo que ahora tenía más de veinte años. Era el único adulto entre ellos, aunque miraba a su alrededor con el mismo aire perdido de un niño pequeño.
-Bueno, jefe -arrancó Ulrich-, ¿listo para empezar la función?
Jeremy abrió el armario empotrado que ocupaba toda una pared del cuarto y sacó de él el póster que había preparado por la tarde. Después le pidió a Aelita que lo ayudase a pegarlo con celo en la pared.
Mmm... parece más bien complicado -comentó Richard.
Jeremy lo miró con el gesto torcido. En realidad, el póster era más bien sencillito: había marcado cuatro puntos clave y los había conectado unos a otros con un algoritmo secuencial. ¡Se había esforzado tanto para que resultase claro!
-Vale, de acuerdo, paso a las explicaciones... -se apresuró a exclamar el muchacho cuando se percató de la mirada perpleja de Ulrich.
-Excelente idea -sonrió Yumi.
En el póster podían leerse varios textos:
1. EXPEDIENTE
2. PRIMERA CIUDAD
3. MIRROR
4. RICHARD DUPUIS
Jeremy agarró un rotulador y señaló el primer punto que había en el papel.
-He tratado de poner un poco de orden en todo lo que nos hemos encontrado hasta ahora. Estoy convencido de que estamos ante una serie de pistas dejadas por Hopper, y ahora las deberíamos juntar como las piezas de un rompecabezas. En primer lugar, el expediente de la profesora Hertz, que contiene una serie de Códigos Hoppix. El lenguaje de programación con el que el profesor Hopper construyó Lyoko es muy difícil, tanto que aún no he comprendido ni para qué servían esos códigos. De todas formas, dentro del expediente también había una dirección, que nos llevó... -Jeremy se detuvo, con el rotulador en el aire, buscando el segundo punto- al punto dos: una réplica que contenía un borrador de mundo virtual al que he llamado Primera Ciudad.
-¡Menudo derroche de imaginación, sí señor! -comentó Ulrich, provocando una risotada general.
Jeremy, sin embargo, se quedó de lo más serio.
-En realidad -prosiguió- es el nombre que también usaba Hopper en su diario. Sea como sea, Ulrich y Yumi entraron en la Primera Ciudad utilizando el escáner de virtualización que encontraron en Bruselas, pero no consiguieron descubrir nada...
-¡Aparecieron los hombres de negro! -protestó Yumi-. ¡Nos estaban persiguiendo!
Jeremy levantó las manos para pedir silencio.
-Si seguís interrumpiéndome, no vamos a terminar nunca. Dejemos los comentarios para después, ¿de acuerdo? -todos los muchachos asintieron, y Jeremy continuó con el discurso que se había preparado con tanto cuidado-. Bueno, entonces, vayamos por partes. Uno, el expediente. Dos, la Primera Ciudad. Luego viene el punto tres, es decir, la réplica que Aelita ha encontrado en La Ermita. Como se trata de un diario que refleja algunos momentos de la vida del profesor Hopper, lo he bautizado como Mirror. ¿Todos de acuerdo?
Sus amigos ni se inmutaron.
-Vale, todos de acuerdo. Y por fin llegamos al punto cuatro: los códigos que apareces en la PDA de Richard. Cada pantalla de datos comienza con la palabra AELITA, pero por lo demás se trata de códigos escritos en Hoppix. No sabemos para qué sirven... Demonios, a decir verdad ni siquiera he entendido si se trata de un programa completo o solo de un fragmento de algún software más complejo. Pero estoy dispuesto a jugarme lo que sea a que ese código tiene que ver con Lyoko -Jeremy se detuvo para recuperar el aliento, y después trazó con un rotulador una línea que iba del punto dos al punto tres, de la Primera Ciudad al Mirror-. Cuando Aelita me mostró la segunda habitación secreta de La Ermita -explicó- enseguida sospeché algo. Y ése es el motivo por el que ayer le impedí que entrase en el nuevo nivel del diario: quería corroborar mi idea. Para decirlo en pocas palabras, en el sótano de La Ermita hay un escáner que permite entrar en el Mirror, pero no hay ningún superordenador.
Aelita se levantó de un salto.
-Pero ¿qué dices? -protestó-. El diario es una realidad virtual generada por ordenador, ¡de modo que tiene que haber un ordenador!
-Exacto -confirmó Jeremy con toda tranquilidad-. Pero ese ordenador no se encuentra en La Ermita: lo único que hay allí es un mero terminal. Y eso no es todo. Basándome en las descripciones de Yumi y Ulrich, me ha parecido entender que tampoco en el apartamento de Bruselas hay ningún superordenador. En fin, chicos, estamos hablando de un aparato mucho más complicado... y mucho más grande. ¡Ocupa todo un piso de la fábrica! No es posible andar escondiendo uno de esos por aquí y otro por allá.
-¿Y entonces? -insistió Aelita.
-Pues que ahí está el gran descubrimiento: ¡la Primera Ciudad y el Mirror no son más que sandboxes! A veces los programadores introducen en lo ordenadores una especie de núcleo operativo completamente separado del resto. Se trata de un espacio protegido donde se pueden hacer experimentos de tal forma que los daños que éstos puedan causar no afecten al resto del sistema. Precisamente igual que una sandbox, uno de esos cajones de arena donde juegan los niños en los parques. Hablando en cristiano, es como construir primero un ordenador y meter luego dentro de él otro más pequeño...
Los demás intercambiaban miradas de perplejidad. Tal vez no hubiesen pillado todos y cada uno de los detalles, pero el concepto principal les había quedado claro. La teoría de las sandboxes explicaba muchas cosas que habían permanecido entre tinieblas durante todo aquel período.
-Hopper hizo precisamente eso -continuó Jeremy-. Dentro del superordenador de la fábrica creó dos sandboxes: la Primera Ciudad y el Mirror. Los escáneres de La Ermita y los primitivos equipos de Bruselas no hacen nada más que conectarse al superordenador de la fábrica mediante una red inalámbrica codificada de alta seguridad para luego acceder a esos dos núcleos...
-Frena, frena -suspiró Ulrich-, que me estás dando dolor de cabeza.
-Ya entiendo... -murmuró por el contrario Odd.
Los demás lo miraron fijamente, sorprendidos. Por lo general, el muchacho era un auténtico paquete en todo lo referente a la tecnología.
-¡Bueno, dejadle que acabe! -exclamó entonces Eva.
-Sí, claro. Esto... -se esforzó por retomar el hilo Jeremy-. Nosotros apagamos el superordenador convencidísimos de que lo habíamos desactivado para siempre. Pero en realidad no nos dimos cuenta de que había un sistema de protección oculto que seguía proporcionándole energía a dos sectores del ordenador, manteniéndolos en funcionamiento. Se trata de los núcleos de la Primera Ciudad y el Mirror. Y, en mi opinión, las sandboxes no estaban ahí por casualidad: son pistas que dejó Franz Hopper a propósito.
-Para decirnos... ¿el qué? -preguntó Yumi.
-No tengo ni la menor idea. Pero mañana por la tarde, después de clase, podríamos descubrir qué es lo que hay dentro del segundo nivel del Mirror. ¿Qué os parece?
Los demás sonrieron, y Jeremy se sintió aliviado.

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