lunes, 21 de noviembre de 2011

Capítulo 4

 4
   FRAGMENTOS DEL PASADO
Yumi miró a su alrededor, un tanto perpleja.
La muchacha estaba convencida de ser una auténtica experta en mundos virtuales. Después de todo, había vivido muchísimas aventuras en Lyoko, y había estado hacía poco en La Primera Ciudad gracias a los extraños aparatos de Bruselas. Pero aquel sitio era raro de verdad. O, mejor dicho, era normal.
No tenía los colores vivos típicos de un dibujo animado, ni el cielo era una pátina azul y un poco irreal. La muchacha se encontraba en una calle de una ciudad de lo más normal. Su ciudad. Yumi había reconocido rápidamente aquel callejón estrecho rodeado de edificios altos. No quedaba muy lejos de la academia Kadic.
-Bienvenida -la saludó Odd.
Su amigo tenía el aspecto de chico.gato que adoptaba habitualmente en Lyoko. Iba vestido con un mono morado, llevaba las manos cubiertas por unos guantes dotados de garras y tras él ondeaba una larga cola.
Yumi también había experimentado una transformación. Llevaba el pelo recogido y sujeto con unos palillos, su rostro estaba cubierto de maquillaje blanco e iba vestida con un quimono corto. Tenía los pies enfundados en los calcetines japoneses tradicionales, los tabi, y calzaba un par de sandalias geta de madera. De la falda obi que le rodeaban la cintura asomaban los vértices de sus abanicos, afilados como navajas de barbero.
-¿Tú te has enterado de dónde estamos? -le preguntó Odd mientras saltaba de un lado a otro con la agilidad de un felino.
Yumi frunció el ceño. Puede que Ulrich tuviese razón: hacía ya algún tiempo que Odd se comportaba de una forma un tanto rara. ¿Cómo era posible que no hubiese reconocido aquella calle?
La muchacha le hizo un gesto para que la siguiese y se encaminó afuera del callejón, desembocando en una amplia avenida. El cielo estaba casi a oscuras, como si el sol hubiese salido poco antes. El amanecer.
Yumi se acercó a un peatón con los ojos hinchados de sueño que estaba abriendo un periódico recién comprado.
-Disculpe...
Por un instante se mordió la lengua. ¿Qué iba a decir aquel hombre al verla vestida de geisha? Pero él la ignoró por completo, como si no existiese.
Insegura, Yumi fue a tocarle el codo para llamar su atención, pero sus dedos pasaron a través de él sin rozarlo siquiera. ¡Se había convertido en un fantasma?
-No puede verme ni oírme -mumuró.
Odd se acuclilló ante aquel hombre para poder echarle un vistazo a la primera página del diario.
-Ahora ya sabemos en qué día estamos: el 1 de junio de 1994. ¿Te dice algo?
Yumi se tapó la boca con las manos.
-¡Hasta tu tendrías que entenderlo, botarate! Dentro de cinco días, Hopper va a llevarse a Aelita a Lyoko para refugiarse con ella ahí dentro. ¡O sea, el origen de todas nuestras aventuras!
-¿Me estás diciendo que esto es una reconstrucción de ese momento?
-Eso parece -asintió Yumi-. A lo mejor Hopper quería enseñarle a Aelita algo importante. Por cierto, ¿y ella, dónde está? ¿Por qué no ha llegado todavía aquí?
-La comunicación con los demás se ha bloqueado -dijo Odd, sacudiendo la cabeza-. En La Ermita se les ha ido la electricidad, y la transferencia de Aelita se ha visto interrumpida.
Yumi se quedó mirándolo a la cara fijamente, desconcertada. ¿Cómo podía saber él esas cosas?
Odd pareció darse cuenta de que se había ido de la lengua.
-Me lo ha comunicado Jeremy justo después de que llegases aquí... -se apresuró a añadir-. Y luego se ha cortado la comunicación. Pero ésa... -el muchacho estiró un dedo-garra, apuntando al otro lado de la calle-. ¿Ves a aquella señora que camina a paso ligero? ¿No te parece igualita que la profesora Hertz?
Se trataba de ella, sin duda alguna, aunque parecía más joven, con el pelo castaño ligeramente entreverado de gris. Iba vestida con una camiseta y unos vaqueros, y tenía el físico esbelto y nervudo de una deportista. No parecía la tranquila profesora que los muchachos conocían.
Yumi y Odd cruzaron la avenida, pero la mujer siguió caminado sin percatarse de su presencia. Avanzaba con la cabeza gacha y una expresión de preocupación en la cara.
-Esto no es más que una grabación -observó Yumi-. Es lo mismo que le pasó a Aelita cuando visitó el primer nivel del diario. No podemos hacer ni decir nada, sólo ver lo que pasó hace más de diez años. 
La profesora Hertz llegó a un pequeño bar que había en una esquina. El propietario estaba limpiando la barra, y el olor de los cruasanes recién horneados empezaba a propagarse en el aire.
Yumi estaba conmocionada, en el bar había otra persona: una mujer con el pelo rubio cortado à la garçon y un par de enormes gafas de sol oscurísimas que le tapaban la mayor parte de la cara. Estaba sentada a una mesa, sola.
-Mayor Steibark -saludó la mujer mientras se ponía en pie.
-Agente Dido -respondió la profesora con un tono neutro y cara de póquer-. Cuanto tiempo.
Hertz no parecía estar nada contenta de aquel encuentro. Le pidió un café al camarero y ocupó la silla que había al otro lado de la mesa, frente a la desconocida. Odd y Yumi se sentaron en el suelo, cerca de las dos mujeres, para escucharlas.
-La ha llamado Steinbark... -murmuró la muchacha-. ¿Te acuerdas de lo que vio Aelita en el primer nivel? ¡La profesora Hertz es la misma mujer que ayudó a Hopper a escaparse de Cartago!
Yumi no daba crédito: ¡la profesora Hertz era una oficial del ejército!
El camarero llevó el café, y al hacerlo pisó a Yumi, pasando a través de ella. La muchacha se estremeció: todo aquello era una locura... Tenía la esperanza de que Jeremy diese señales de vida lo antes posible. ¡Quería salir de ella!
Dido le dio un par de sorbos a su café en medio de un silencio sepulcral.
-Has estado bastante ocupada a lo largo de estos años -dijo luego mientras se inclinaba hacia delante y clavaba sus ojos en los de Hertz.
-¿Qué estás tratando de decir?
-Lo sé todo. Sé que ahora Hopper y tú vivís aquí, y que habéis seguido trabajando en el proyecto Cartago. Sé que habéis reconstruido la Primera Ciudad. Y no solo eso: también sé cómo entrar en ella. Dispongo de los códigos de acceso, y utilizando los viejos proyectos hemos construido en Bruselas los aparatos necesarios para conectarnos a ella. Cuando salisteis huyendo os dejasteis detrás un buen puñado de apuntes...
Hertz estaba temblando. Volcó su taza sobre la mesa, y el líquido oscuro goteó hasta el suelo. Yumi se puso de pie de un salto para evitar mancharse, pero las gotas la atravesaron sin dejar ni rastro . Había sido aquella mujer, Dido, la que había creado los escáneres del apartamento de Bruselas. No había sido cosa de Hopper, sino de Dido y sus hombres de negro.
-De todas formas -exclamó la profesora-, no os servirá de nada. Los adultos no pueden usar los escáneres.
Dido asintió y corrió un tupido velo sobre aquel asunto, como si no le interesase.
-Te he pedido que nos viésemos -murmuró- para dejar bien clara una cosa: no quiero declararos la guerra ni a ti ni a Hopper.
-¿En serio? -contestó su interlocutora tras estudiarla, insegura, durante unos instantes.
-Las cosas han cambiado -dijo Dido-. Tras la caída del muro de Berlín, la guerra fría ha terminado. El proyecto Cartago nos ha costado un potosí, y hasta ahora que ha creado a sido un millón de problemas. Creo que los peces gordos están empezando a cogerle miedo: la Primera Ciudad ha demostrado ser incontrolable, y si comienza a ser operativa podría salirnos el tiro por la culata. En realidad, el preoyecto entero es demasiado arriesgado.
-¿Y entonces?
-Cuando os escapasteis de nuestra base, Hopper destruyó el prototipo de la Primera Ciudad. A continuación yo misma les borré la memoria a los científicos que había colaborado con vostros.
-Querrás decir la gente que transformó el proyecto Cartago en un arma.
-Ya no queda nada de aquellos recuerdos -respondió Dido, haciendo un vago gesto con la mano en el aire, como si el asunto no tuviese importancia-, y yo quiero que el mundo se olvide para siempre de la existencia de Cartago y la Primera Ciudad.
-¿Qué es lo que quieres de mi, Dido? -dijo Hertz, poniéndose en pie.
-Habla con Hopper. Decidme dónde se encuentra el superordenador que habéis construido y dejadme que lo destruya. Borraré de vuestras mentes cierta información confidencial, sólo los datos más peligrosos, y os dejaré vivir en paz. A vosotros dos y a Aelita. Os estoy la salvación.
-¡Ni hablar! -estalló Hertz.
-Piénsatelo bien -insistió Dido-. Ya sabes lo peligrosa que puedo llegar a ser.
Algo cayó sobre la cabeza de Yumi. La muchacha se volvió hacia Odd echando chispas por los ojos.
-¡Pero bueno! ¿Te parece el momento de ponerte a tirarme cosas encima?
-Yo no he hecho nada... -protesto el muchacho.
Yumi miró a sus pies, donde había aterrizado el objeto que acababa de golpearla.
Se trataba de una cajita de plástico azul celeste que se parecía mucho a un mando a distancia. Bajo una minúscula pantalla había tres botones rojos. Dos de ellos tenían forma de doble flecha, y apuntaban uno a la derecha y otro a la izquierda, como las teclas de rebobinado y avance rápido de un DVD. El tercero, por su parte, tenía un pequeño texto: EXPLORACIÓN LIBRE.
De pronto Yumi notó que el café derramado por el suelo había impregnado la tela de su quimono, empapándoselo. Molesta, se levantó y le pasó el mando a Odd para tratar de limpiarse, pero la mancha empezó a secarse a toda velocidad y se desvaneció en unos segundos.
-¡Ey! -gritó Yumi, sorprendida.
Odd ni siquiera se volvió para echarle un vistazo. Parecía ensimismado en sus pensamientos.
-Este mando a distancia -dijo al final- es una interfaz de grabación. Hopper programó su diario para que resaltase los acontecimientos más importantes. Nosotros podemos desplazarnos por toda la ciudad y a lo largo de todos los días que están grabados. Eso es la <<exploración libre>>. O bien podemos saltar directamente a las cosas interesantes, o volver hacia atrás si nos hemos perdido algo.
La muchacha no daba crédito a sus oídos. Su amigo nunca había entendido ni papa de tecnología. ¿Por qué parecía ahora tan seguro de sí mismo, tan sabelotodo?
-Éstas siguen de cháchara, y no dicen nada interesante... Yo propongo que le demos al avance rápido, a ver qué pasa.
Antes de que Yumi tuviese tiempo de protestar, Odd pulsó el botón, y el mundo comenzó a deshacerse a su alrededor. Dido y la profesora Hertz empezaron a transparentarse para después desaparecer por completo. Las paredes y el techo, por el contrario, se volvieron más oscuros, y al final les llovieron encima como una cascada de colores.
Yumi empezó a sentir vértigo, y se concentró en Odd, y su ropa morada y su cola de gato, que eran lo único que seguía siendo sólido y real.
-Odd... -murmuró, cayendo de rodillas.
-Solo será un momento -dijo Odd, tendiéndole una mano-. No es más que una actualización del sistema.
-¡¿Ein?! ¿Desde cuándo hablas como Jeremy?
Después las imágenes recuperaron la nitidez, y Yumi vio que en torno a ellos todo había cambiado.
Se encontraban en la vieja fábrica del islote. Para ser más exactos, estaban en el tercer piso subterráneo, el que quedaba más bajo, el más secreto.
La sala era grande y resplandecía con una pálida luz azul. Casi todo el espacio disponible lo ocupaba un cilindro de metal oscuro cuya superficie se hallaba cubierta de extraños jeroglíficos dorados. Aquello era el superordenador del que dependía la existencia del mundo virtual de Lyoko.
Yumi se había acostumbrado hasta tal punto a ver el ordenador apagado y a oscuras que ahora sintió un escalofrío de emoción que le recorrió todo el cuerpo como un latigazo. Se giró hacia Odd con una sonrisa en los labios y vio que el muchacho tenía los ojos como platos y temblaba como un flan.
-¿Estás bien? -le preguntó.
-Mira -le respondió él-. Hopper.
Oculto tras la columna de metal del ordenador, el padre de Aelita estaba acuclillado, trabajando con un gran destornillador en la mano y un portátil a su lado, apoyado en el suelo. Vestía una bata de laboratorio y llevaba barba larga y un par de gafas redondas. Tenía la cara muy seria, y parecía demacrado por el cansancio.
Se oyó un ruido, y Hopper alzó la cabeza. Alguien más acababa de entrar en la habitación usando el ascensor que ponía en contacto los pisos subterráneos con la planta baja de la fábrica.
Era la profesora Hertz, e iba vestida con la misma ropa que tenía durante el encuentro con Dido.
Yumi miró el mando a distancia que Odd tenía bien sujeto entre las manos: en la pantalla había aparecido el texto 01/06/1994 - 16:30 h.
De modo que aún se encontraban en el msmo día, y solo habían dado un salto adelante de unas pocas horas.

Dentro del cuerpo de Odd, X.A.N.A. se estremeció. Se había esforzado tanto, actuando y ocultándose... Y ahora estaba tan solo a un paso del triunfo.
Por fin se encontraba ante el superordenador, el puente hacia Lyoko. Era un Lyoko distinto, un Lyoko de 1994, pero tal vez desde allí fuese posible superar las barreras de la sandbox y acceder al verdadero mundo virtual, en el que podría recobrar sus fuerzas.
Desde la realidad, la parte de X.A.N.A. que habitaba en el cuerpo de Eva Skinner le aconsejó que esperase un poco más y estuviese bien atento. Yumi había estado a punto de descubrirlo cuando se había dejado llevar por las emociones y había comprendido demasiado deprisa cómo funcionaba la interfaz de navegación del Mirror. Debía tener en mente que Odd era un cabeza de chorlito.
Pero faltaba tan poco... ¡Lyoko! Y si sus cálculos eran correctos, Hannibal Mago estaba a punto de llegar a la fábrica real, al superordenador real. X.A.N.A. se había dado cuenta inmediatamente de que el Kadic estaba bajo vigilancia de sofisticadísimas microcámaras espía, y había llevado a cabo un par de averiguaciones. Sus capacidades dentro de internet eran casi ilimitadas, por lo que no había tardado mucho en descubrir hasta el mínimo pormenor de Mago y su Green Phoenix. Obviamente X.A.N.A. había preferido no decirles nada a los muchachos, ya que en un futuro Green Phoenix podría llegar a convertirse en un valioso aliado.
Aquella estúpida chiquilla, Yumi, lo agarró del brazo, obligándolo a concentrarse en Hopper y Hertz.
El profesor había escuchado un par de frases, y después se había puesto de pie, agitando el destornillador en el aire como si se tratase de un arma.
-¡No es posible! -gritó-. No hay forma de que Dido sepa que hemos reconstruido la Primera Ciudad. Hemos mantenido el más absoluto secreto... ¡Ésta era nuestra única esperanza de transforma el proyecto en un instrumento de paz!
-Debemos pensarnos muy bien nuestros próximos pasos -dijo Hertz mientras rozaba el hombro del profesor-. A Dido se le ha escapado un indicio muy importante: ha dicho que les borró la memoria a sus hombres. ¿No te resulta levemente familiar?
-Nuestra máquina extirparrecuerdos -susurró Hopper-. Alguien le ha vendido los planos de nuestra máquina.
-Ya -confirmó Hertz-. Nosotros la construimos para llenar el mundo virtual de información real... Pero si se usase con la polaridad invertida, su efecto sería precisamente el de borrar la memoria de la gente. No puede ser una mera coincidencia que Dido tenga un aparato similar. Solo había una persona más que supiese de la existencia de  la sandbox de la Primera Ciudad y la máquina extirparrecuerdos...
-Y esa persona es...
-Walter. Walter Stern.
Yumi se levantó de un salto, llevándose las manos a la boca, horrorizada.
-¿El padre de Ulrich? -gimió-. ¡Pero eso no es posible! Tiene que haber un error. No me lo creo. ¡NO PUEDE SER!
Odd también se puso en pie.
-Mira, Hopper está flipando.
El profesor había empezado a recorrer la sala del superordenador dando zancadas y con el rostro ensombrecido por una expresión grave y siniestra.
-Entonces, solo hay una cosa que pueda hacer -declaró al final-. Preparar un plan de huida.
-¿De qué estás hablando? -le preguntó Hertz, clavándole intensamente la mirada.
-Aelita y yo tenemos que irnos de aquí. Cogeré el Código Down y lo dividiré en varias partes para impedir que alguien consiga recomponerlo. Y luego huiré junto con mi hija.
-¿El Código Down? -susurró Yumi-. Y eso, ¿qué será?
X.A.N.A. no tenía ni la más mínima idea. Siguió escuchando atentamente a Hertz.
-¡No puedes hacer eso! Todo lo que hemos conseguido hasta ahora... la creación de Lyoko y el Código Down... se perdería por completo.
-Dejaré algunas pistas. Esconderé información que solo Aelita y yo seamos capaces de rastrear.
-¿Por qué Aelita? -preguntó Hertz al tiempo que sacudía la cabeza-. ¡Todavía es muy pequeña!
-Piénsalo bien -sonrió Hopper-. Los hombres de negro quieren encontrarme, y no sé de cuánto tiempo más dispondremos. Podrían capturarme, pero estoy seguro de que seré capaz de salvar a Aelita de una manera u otra. Así, cuando sea algo más mayor, podrá entender lo que ha pasado. Tengo la intención de construir un diario vitual. Usaré mis recuerdos, los tuyos... cualquier información que pueda necesitar para trazar un <<mapa>> que Aelita sea capaz de interpretar.
Hertz asintió con  la cabeza, preocupada.
-¿Y yo? -preguntó-. ¿Yo qué tengo que hacer?
-Llama a los amigos que trabajan con nosotros y convoca una reunión -dijo Hopper tras reflexionar un instante-. Invéntate cualquier excusa... Por ejemplo, que Walter quiere despedirnos a todos. Cuando estéis reunidos, usa con ellos la máquina extirparrecuerdos. Se olvidarán de todo: Lyoko, la fábrica, el ordenador... Estarán a salvo. Una vez hecho esto, tú y yo hablaremos cara a cara con Walter... y, para terminar, yo huiré bien lejos de aquí.
-¿Y qué vamos a hacer con Lyoko? -le preguntó Hertz.
-Lo apagaré. No me queda otra opción: X.A.N.A. se está volviendo demasiado peligroso. El virus que introdujeron en la Primera Ciudad podría hacer que enloqueciera de repente. Es un bug, un error de programación, y es posible que X.A.N.A. no se haya visto afectado... pero todo el adiestramiento <<humano>> al que lo hemos sometido durante estos meses podría también terminar en agua de borrajas. Y entonces... no sé lo que podría pasar.
X.A.N.A. se había quedado escuchando con la boca abierta, oculto dentro de la versión virtual del cuerpo de Odd. ¿Virus? ¿Error de programación? ¿Adiestramiento? ¿De qué estaba hablando Hopper?
Después, sin previo aviso, una imagen de muchos años atrás retornó a su mente. Por lo general mantenía aquellos recuerdos bien lejos y a buen recaudo, escondidos en un remoto rincón de su memoria digital. Pero de golpe volvió a ver ante sus ojos una imagen de Aelita, aunque no la chiquilla a la que había conocido en la realidad, la amiga de Eva Skinner, sino la Aelita con la que se había encontrado mucho tiempo antes, la que jugaba con él en la gran ciudad desierta.
X.A.N.A. tenía por aquel entonces un aspecto muy distinto, y jugaba con Aelita en los parques, se transformaba en multitud de animales divertidos y la esperaba en las puertas de la muralla. Todas las tardes. Hasta que Aelita había dejado de ir a jugar con él.
Por eso aquel día de hacía tantos años su amiga no había acudido a su cita de siempre: Hopper se lo había impedido.
X.A.N.A. se enfureció.

Yumi sintió un violento empellón que la lanzó hacia un lado. Ante ella, Hopper y Hertz seguían diciendo las mismas frases que había pronunciado más de diez años antes. Pero la muchacha ya no estaba en condiciones de escucharlos.
Se giró. Su amigo Odd había caído de rodillas, y se sujetaba la garganta con ambas manos. Parecía como si se estuviese ahogando. De su boca salía humo negro tan denso que había embestido a Yumi, tirándola al suelo.
-X.A.N.A... -murmuró sin terminar de creérselo.
La muchacha conocía demasiado bien aquel humo: era el mismo que había visto saliendo de la boca de William Dunbar, uno de sus compañeros de clase, cuando X.A.N.A. se había hecho con el control de su cuerpo.
Odd se desplomó. La humareda comenzó a condensarse en un vertiginoso remolino que fue tomando forma, hasta volverse sólido.
La muchacha se puso en pie de un salto.
El mando había caído al suelo. Debía recuperarlo y hacer avanzar la grabación para desplazarse hasta otro momento, lejos de allí. Tenía que huir. Pero...
-Ni siquiera se te ocurra moverte -la heló una voz inhumana.
El humo se había desvanecido, y en su lugar había aparecido un chico. Era clavado a William Dunbar: con el pelo oscuro y algo largo, la nariz recta y una expresión autosuficiente. Era algo más alto que Yumi, y tenía un físico atlético.-¿Qui... quién eres?
-Ya has dicho mi nombre antes. Tú me conoces. Soy X.A.N.A., y he vuelto.

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